Leyendo el evangelio de hoy nos damos cuenta de la gravedad que supone hacer daño a las almas sencillas de los pequeños. Escandalizar parece que significa hacer caer a otro, ponerle la zancadilla; provocar que tropiece. Se escandaliza cuando se obra el mal y también cuando se incita a él. Podemos escandalizar con el mal ejemplo o enseñando incorrectamente.

Leyendo el evangelio de hoy nos damos cuenta de la gravedad que supone hacer daño a las almas sencillas de los pequeños. Escandalizar parece que significa hacer caer a otro, ponerle la zancadilla; provocar que tropiece. Se escandaliza cuando se obra el mal y también cuando se incita a él. Podemos escandalizar con el mal ejemplo o enseñando incorrectamente.

En estos tiempos en que salen a la luz tantas noticias de comportamientos turbios e incluso delictivos en los que han participado sacerdotes, las palabras de Jesús se nos hacen especialmente presentes. El Señor habla con especial dureza, lo que indica que hacer daño a otro, privándole de su inocencia y apartándolo de Dios, le hiere especialmente. No podemos olvidar tampoco como se escandaliza desde ciertas películas y programas de la televisión ni incluso, en no pocas ocasiones, desde ciertos proyectos supuestamente educativos. Pero, sobre todo, hemos de procurar ser especialmente delicados con nuestro comportamiento y palabras para que nadie, por causa nuestra, caiga. En ese sentido hay que leer también las enseñanzas que da san Pablo a su discípulo Tito sobre las condiciones que deben reunir los presbíteros. Habla de la buena conducta que han de tener y de la preparación doctrinal para enseñar la fe y rebatir los errores. Pidamos, pues, por todos los sacerdotes que conocemos, para que su vida ayude a recibir el evangelio y mueva a otros a seguir a Cristo.

Por otra parte, respecto a los que nos ofenden, el Señor nos llama a ser especialmente generosos. Por eso hay que estar dispuesto a perdonar siempre a los que nos ofenden. No hay límite para la misericordia y el bien.

A continuación el evangelio reporta una petición de los apóstoles pidiendo que les aumente la fe. El hecho de que aparezca todo junto nos indica que el comportamiento moral, en último término hunde sus raíces en la adhesión firme a Cristo. Para permanecer en el bien, aún en medio de las dificultades y de las luchas a las que todos nos enfrentamos, es necesaria la firme certeza de que el Señor nos ha redimido con su sangre y de que sólo en él está el camino que nos conduce a la felicidad. Por eso hay que pedir que nos aumente la fe, para no vacilar y para que cada vez nuestra vida sea más conforme a la suya.

Leyendo el evangelio de hoy nos damos cuenta de la gravedad que supone hacer daño a las almas sencillas de los pequeños. Escandalizar parece que significa hacer caer a otro, ponerle la zancadilla; provocar que tropiece. Se escandaliza cuando se obra el mal y también cuando se incita a él. Podemos escandalizar con el mal ejemplo o enseñando incorrectamente.

En estos tiempos en que salen a la luz tantas noticias de comportamientos turbios e incluso delictivos en los que han participado sacerdotes, las palabras de Jesús se nos hacen especialmente presentes. El Señor habla con especial dureza, lo que indica que hacer daño a otro, privándole de su inocencia y apartándolo de Dios, le hiere especialmente. No podemos olvidar tampoco como se escandaliza desde ciertas películas y programas de la televisión ni incluso, en no pocas ocasiones, desde ciertos proyectos supuestamente educativos. Pero, sobre todo, hemos de procurar ser especialmente delicados con nuestro comportamiento y palabras para que nadie, por causa nuestra, caiga. En ese sentido hay que leer también las enseñanzas que da san Pablo a su discípulo Tito sobre las condiciones que deben reunir los presbíteros. Habla de la buena conducta que han de tener y de la preparación doctrinal para enseñar la fe y rebatir los errores. Pidamos, pues, por todos los sacerdotes que conocemos, para que su vida ayude a recibir el evangelio y mueva a otros a seguir a Cristo.

Por otra parte, respecto a los que nos ofenden, el Señor nos llama a ser especialmente generosos. Por eso hay que estar dispuesto a perdonar siempre a los que nos ofenden. No hay límite para la misericordia y el bien.

A continuación el evangelio reporta una petición de los apóstoles pidiendo que les aumente la fe. El hecho de que aparezca todo junto nos indica que el comportamiento moral, en último término hunde sus raíces en la adhesión firme a Cristo. Para permanecer en el bien, aún en medio de las dificultades y de las luchas a las que todos nos enfrentamos, es necesaria la firme certeza de que el Señor nos ha redimido con su sangre y de que sólo en él está el camino que nos conduce a la felicidad. Por eso hay que pedir que nos aumente la fe, para no vacilar y para que cada vez nuestra vida sea más conforme a la suya.

En estos tiempos en que salen a la luz tantas noticias de comportamientos turbios e incluso delictivos en los que han participado sacerdotes, las palabras de Jesús se nos hacen especialmente presentes. El Señor habla con especial dureza, lo que indica que hacer daño a otro, privándole de su inocencia y apartándolo de Dios, le hiere especialmente. No podemos olvidar tampoco como se escandaliza desde ciertas películas y programas de la televisión ni incluso, en no pocas ocasiones, desde ciertos proyectos supuestamente educativos. Pero, sobre todo, hemos de procurar ser especialmente delicados con nuestro comportamiento y palabras para que nadie, por causa nuestra, caiga. En ese sentido hay que leer también las enseñanzas que da san Pablo a su discípulo Tito sobre las condiciones que deben reunir los presbíteros. Habla de la buena conducta que han de tener y de la preparación doctrinal para enseñar la fe y rebatir los errores. Pidamos, pues, por todos los sacerdotes que conocemos, para que su vida ayude a recibir el evangelio y mueva a otros a seguir a Cristo.

Por otra parte, respecto a los que nos ofenden, el Señor nos llama a ser especialmente generosos. Por eso hay que estar dispuesto a perdonar siempre a los que nos ofenden. No hay límite para la misericordia y el bien.

A continuación el evangelio reporta una petición de los apóstoles pidiendo que les aumente la fe. El hecho de que aparezca todo junto nos indica que el comportamiento moral, en último término hunde sus raíces en la adhesión firme a Cristo. Para permanecer en el bien, aún en medio de las dificultades y de las luchas a las que todos nos enfrentamos, es necesaria la firme certeza de que el Señor nos ha redimido con su sangre y de que sólo en él está el camino que nos conduce a la felicidad. Por eso hay que pedir que nos aumente la fe, para no vacilar y para que cada vez nuestra vida sea más conforme a la suya.