El relato del Evangelio que las Iglesia nos propone para nuestra reflexión al iniciar esta semana nos presenta como modelo a una viuda. Los huérfanos y las viudas son las personas más vulnerables en la sociedad judía del S. I, sin padre/marido que se ocupe de ellos/as se encuentran completamente a la intemperie desprotegidas, vulnerables. Sin embargo Jesús nos presenta como modelo a seguir a una viuda que con total discreción deja su miserable donativo en la ofrenda del Templo, ¿miserable?, depende, si lo medimos en cuanto a su valor monetario paupérrimo, si lo medimos en calidad humana de extrema generosidad. La viuda echó en la ofrenda lo que necesitaba para vivir, por lo que ella se movía en una de las coordenadas del Reino, la generosidad.

El Reino de Dios se mueve en una categoría, la que explica todo el Evangelio, la entrega, Dios una y otra vez se da, no nos da cosas, sino que se entrega Él mismo, se nos da, primero en la Cruz, después en el pan partido, Dios está permanentemente regalándosenos, por eso la viuda es presentada como ejemplo porque ella vive ya con los criterios del Reino.

Es un desafío para cada uno de nosotros este evangelio porque hoy en día nos movemos en coordenadas muy diversas, la generosidad, la entrega de la vida no son valores aceptables. A principios de mes celebrábamos la memoria de los Mártires de la Guerra Civil y viendo en catequesis la película de los mártires de Barbastro los jóvenes (15-16) mostraban su asombro ante el ejemplo de las vidas entregadas, porque expresan la máxima generosidad. Ojalá progresivamente todos los cristianos seamos capaces de inocular en la sociedad la generosidad propia de los que creen en el Reino, es decir la generosidad de aquellos que saben que todo nos es dado y que guardarse significa perderse.