Las lecturas que la liturgia nos proponen para nuestra reflexión hoy, se encuadran en esa mirada al final de los tiempos que es propia de las dos primeras semana del Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, que se acerca con premura. Hoy mientras el libro del Apocalipsis nos habla de que el mundo está maduro para la siega, Jesús, en el relato de Lucas, profetiza sobre la destrucción del Templo y sobre el futuro cierto/incierto del hombre.

El futuro cierto es que tras el curso de nuestra vida mortal vendrá el juicio, no sabemos cómo va ser, solo sabemos que Dios en su misericordia y justicia, repasará junto a nosotros nuestro itinerario vital y según lo que hayamos vivido, según las coordenadas en las que hayamos intentado vivir, nos encontraremos más o menos «lejos» de Aquel que en vida hicimos partícipes, o no, de nuestro largo itinerario. Hoy es cierto que nos preocupamos poco del juicio, en parte porque vivimos de espaldas a nuestra contingencia, de espaldas al desenlace de nuestra vida. Lejos quedan aquellos tiempos de miedos casi irracionales al infierno, sin embargo, si bien el miedo no encaja bien en el mensaje de Jesús, no podemos olvidar que nuestro vida y nuestro obrar no son neutros y que, como estamos hechos de cielo, nuestro futuro, nuestra eternidad debe ser parte de nuestras coordenadas vitales.

El futuro incierto es el cuando y el cómo. Desconocemos todos los detalles asociados a ese desenlace y esto podría generarnos alguna inquietud, sin embargo nuestra experiencia nos dice que la vida (la muerte) nunca se desarrolla como teníamos previsto, nuestros sueños, nuestros proyectos, no se han cumplido, y esto no supone una invitación a no soñar, o no supone un llanto amargo de frustración, sino que da, un toque de realismo a nuestra forma de plantear la vida. ¿Qué mas da cuando llegue el fin? Ciertamente cuanto más tarde mejor, pero si de verdad confiamos en la misericordia y el amor desbordado de Dios tal vez nos sea más fácil estar preocupados por amar y vivir en plenitud hoy, haciendo del mañana una de las maravillosas sorpresas que Dios nos tiene preparadas.