Celebramos hoy la fiesta de S. Andrés hermano de S. Pedro, que cuenta con una especial devoción entre los cristianos orientales y nuestros hermanos ortodoxos. Para nuestra meditación hoy la Iglesia nos propone el relato de su vocación, concretamente leemos hoy la versión de Mateo, que es concreta y directa, no se entretiene con detalles, va directa al grano.

Cuando leemos este texto llama la atención que simplemente con ver pasar a Jesús ambos hermanos abandonasen todo para seguirle. Abandonar a su padre y sus barcos de pesca suponía renunciar a la propia vida, en el sistema patriarcal judío del S. I la ruptura que supone dejar la propia familia es difícilmente comprensible para nosotros pues nuestra estructura familiar ha cambiado sustancialmente. La familia para el judío de aquella época era todo, el ámbito de trabajo, el ámbito del afecto y la seguridad, todo, en parte seguir a Jesús les suponía romper con su propio mundo y abrirse a una experiencia completamente nueva. !Qué fuerza debía tener esa mirada!

Nosotros hoy también nos encontramos ante el abismo de nuestra vocación a la santidad. Como a Pedro y a Andrés el Señor nos llama, nos ilumina con su mirada, nos invita a romper con nuestro mundo de seguridades y sumarnos a la aventura del Evangelio, a la aventura de la Fe. Hoy nuestros proyectos, nuestros sueños, nuestras comodidades se convierten en los principales obstáculos de nuestra vida de Fe, pidámosle pues al Señor que nos permita sentirnos llamados por esa mirada que junto al lago cambió la vida de Pedro y Andrés.