Hoy es fiesta civil en España y no religiosa, de momento no han elevado a los altares a la Constitución. Así que un día tranquilo para los sacerdotes (excepto los que tengan de patrón a San Nicolás) y un lío para ver qué hacen los padres con sus hijos. Al lado de la parroquia han puesto una feria de Navidad. No es exactamente el Top-Ten de las ferias, son unos pocos puestos y bastante cutrecillos, especialmente pensados para los niños. Si subes a tu hijo a hombros ya está más alto que la noria, no es de las que de vértigo. Pero como tampoco hay muchas atracciones para niños en este barrio, ves a todas horas padres que hacen que se emocionan con la noria, y el tiovivo y que hacen descubrir un mundo nuevo a sus hijos. Y no se cortan por lo que piensen los demás, por atender a sus hijos no hay motivo de vergüenza o de humillación.

«Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes: (…) Doblegó a los habitantes de la altura, a la ciudad elevada; la abatirá, la abatirá hasta el suelo, hasta tocar el polvo. La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres». El cielo nuevo y la tierra nueva están muy bien guardados. Sólo se abrirán las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad. No es un “¡Pasen y vean!,” sus puertas están muy bien guardadas.

A veces observo, y tristemente entre algunos que pertenecen a la Iglesia, un miedo terrible a quedar mal. Viven obsesionados por lo que diga la gente, la prensa, los confidenciales, un comentario en una página web. No se dan cuenta que el pastor, como el padre, no tiene miedo a que le vean en una feria por entretener a su hijo. Hace lo que tenga que hacer, aunque el mundo le juzgue de mamarracho o de perder el tiempo. Y piensa primero en los más pobres e indefensos. No vale decir: “Señor, Señor”, si luego no se está dispuesto a hacer como Dios, que se hace criatura, que se hace niño y balbucea.

Quien quiera construir la Iglesia sobre el aplauso de sus coetáneos se vendrá abajo cada vez que la lluvia de la crítica, los ríos de la murmuración y los vientos de la difamación vengan sobre ella… ¡y vendrán!, vinieron sobre Jesucristo.

Quien construya sobre la Palabra de Dios no tendrá miedo a todas esas cosas, pues el pesebre se ha convertido en un trono, lo despreciable en algo de valor inapreciable. No tendrá vergüenza de estar con sus hijos, de perder el tiempo con los más pequeños, a pesar de las presiones de los poderosos o las burlas del mundo. Subirán a sus hijos a la noria para que toquen el cielo, los montarán en los caballitos de la noria para que les parezca galopar por encima de los males de este mundo y se llenarán la cara de algodón de azúcar para arrancar a sus hijos una sonrisa cuando tengan miedo. Y harán la locura de enseñarles a rezar con confianza en un Dios que siempre nos escucha. Y de arrodillarse ante el Sagrario para que descubran a alguien que es más Padre que su padre y a confiar siempre en el Señor, que a pesar de las amenazas del mundo, es la Roca perpetua.

Sólo un pueblo justo, que observa la lealtad, entrará por las puertas de la ciudad fuerte. Los que vendan su lealtad al aplauso, al dinero, al prestigio…, se quedarán fuera.

Construir, construir bien vuestra casa. Construyamos bien la Iglesia. Asentémonos sobre la roca que es Cristo, todo lo demás…, pasará.

Nuestra madre la Virgen María hace la voluntad del Padre, que ella te acompañe en tus decisiones, aunque el mundo se ría de ellas.