Creo que es en el Teeteto de Platón donde se cuenta la historia de una joven de Tracia que vio al filósofo Tales de Mileto caerse al suelo de bruces porque caminaba distraído. Lo que el filósofo hacía era estar pendiente del firmamento, andaba tan intensamente concentrado en las cosas de arriba, que se olvidó del suelo que pisaba y metió la pierna en un agujero. La gracieta de la chiquilla que se muere de risa al ver al anciano distraído, puede que no pase de un gag de Chaplin en una de sus películas, pero la anécdota es ejemplo de aquellos torpes que aspiran a encontrar la verdad en otra lugar, lejos de lo que tienen delante.

Esto se hace inmensamente cierto en la fiesta que celebraremos esta noche. La verdad está delante de mí, al pie del caballo de mi orgullo. Ya no tengo que gritar a un Dios que vive en absoluta lejanía, dentro de la habitación más oscura de un palacio. Es ajena a la Nochebuena el comentario contrariado del caballero que viene de las cruzadas en “El séptimo sello” de Ingmar Bergman cuando dice, “para mí la fe es un grave sufrimiento, es como amar a alguien que está afuera, en las tinieblas, y no se presenta por mucho que se le llame”. Hoy no, hoy sabemos que el de afuera vive aquí, ha venido a llorar y a dejarse cuidar por una madre y por la mirada inocente de los animales, que nunca juzgan. Alguien tendría que escribir una tesis amorosa sobre lo cerca que de Dios andan estos animales de cuadra.

En esta noche no habrá más sonido que el del viento frío de la noche, y el de la alegría propia de la mujer que da a luz. Todo el planeta sigue durmiendo sin saber que ha sucedido el más deslumbrante de los milagros en el corazón del silencio, y así será siempre, Dios se pondrá delante de ti a diario y nunca estarás preparado. Por eso tendrás que volver a esta noche para que caigas en la cuenta de que los milagros de Dios dependen que estés despierto Despierta esta noche, para que puedas vivir despierto