Créete el Evangelio de hoy, hazlo con toda tu alma. Todo lo que pidas al Señor te lo va a conceder. Todo, y sin escatimar. Por eso escruta bien en tu corazón lo que estás preparado para pedir, no vayas a errar el tiro pidiéndole poco, atrévete a lo grande, aprovecha, que es Dios. No le vayas con cosas que nacieron para la estricta temporalidad y están llamadas a desparecer, pídele la vida eterna que aquí comienza, ve al altar para que Dios te apuntale el corazón y te lo haga mayor, más dispuesto a dar cabida a los que conoces y conocerás. Pero no puedes tratar a Dios como al genio de la lámpara, obligándole a que cumpla tres deseos, porque esos tres deseos seguro que son tres caprichos mayúsculos. En un rapto de exageración, Santa Teresa escribió que se derraman más lagrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas. La santa quiso decirnos que en el fondo no sabemos por dónde empezar a rezar, y que es mejor pasar mucho tiempo en silencio antes de pronunciar esa palabra que se transforme en plegaria. Y no hay mejor oración que la del silencio adosado a la presencia del Amigo.

La confianza con el Señor y su proximidad van haciendo de la petición un lugar en el que tienen cabida los demás más que uno mismo. Me encanta que una joven me haya mandado recientemente la foto de una imagen de la Virgen, que preside el altar de su parroquia, en cuya manga de madera ha metido una intención especial por la fidelidad de sus padres. Dios no se resiste a estas cosas de hijos. Que esa chica dé por segura esa fidelidad, con un poco que pongan de su parte, Dios se volcará para añadir su medida rebosante.

En la oración de petición Dios es muy importante entender que nos quiere intermediarios de los demás, “Señor te pedimos por los que están enfermos y han perdido la esperanza, por los padres y madres que han convertido el horario de llegar a casa en un carrusel de sorpresas para los hijos, por los que viven sin haber perdonado, por los que nunca cenan juntos en casa y han convertido la cocina en un lugar de paso…” Y hay que pedir por la gente que muere, para que tengan la vocación del buen ladrón, su misma velocidad, que se dejó de tramites y se pudo cerca de Dios tras su último latido en la cruz. La oración de petición es la manera que tenemos los humanos de desanudar las manos que Dios tiene atadas por nuestro pecado. Es el misterio de darle libertad, de volar por nuestra tierra y bendecirnos, que bien nos hace falta «el aire de su vuelo»