JUEVES 4 DE ABRIL 2019

AMIGOS DEL VERDADERO DIOS Y DEL VERDADERO HOMBRE

Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.

Todo lo que sabemos, esperamos, y creemos en el Eterno Padre, y todo lo que lo admiramos, le suplicamos y le agradecemos, y por ello vivimos con sentido y esperanza, es por Jesús. Su eterna Palabra, que él nos envío.

El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios.

Así, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Una sola persona en dos naturalezas unidas íntimamente y para siempre, sin confusión ni separación entre sí. La Iglesia tuvo que defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a aquellos que afirmaban otras cosas.

En Jesús las dos naturalezas están unidas en una sola persona: el Hijo eterno de Dios Padre. Él es la segunda Persona de la Santísima Trinidad que, por nuestra salvación, para que nosotros participáramos de la vida de Dios, se encarnó de María Virgen, se hizo hombre débil y mortal; así lo recuerda san Pablo a los cristianos de Corinto: Siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8, 9).

Como Jesús es el Hijo de Dios, en Él no encontrarás nunca engaño, sino la verdad completa e infinita. Tampoco encontrarás rechazo, porque Él te ama sin medida, hasta haber dado su vida por ti.

Como Jesús es hombre como tu, encontrarás siempre en él un hermano mayor que te entiende, se ríe contigo, llora contigo, te mira a los ojos, te lleva de la mano.

Ya nos vendría bien ir haciendo dos listas con las ventajas de tener como mejor amigo en la vida al que es el Dios verdadero por un lado, y hombre verdadero por otro. Nadie podrá ser mejor.