En este viernes de  Pascua, la Iglesia recuerda a los apóstoles Felipe y Santiago, siempre las fiestas de los apóstoles nos conectan con la evangelización, con la importancia de transmitir el mensaje de evangelio, el kerigma (Jesús ha muerto y resucitado por nuestra salvación), y así lo hace la primera lectura tomada de la I Carta a los Corintios. San Pablo está recordando a los habitantes de la ciudad griega de Corinto, donde ha establecido una comunidad y ha predicado el Evangelio como el Señor resucitado se apareció diferentes referentes de las primeras comunidades dando credibilidad al mensaje que predican. Es ciertamente abrupta la forma en que Pablo se reconoce indigno de haber sido visitado por el Señor, de hecho dice «como a un aborto, se me apareció también a mi».

Es cierto que nosotros no vamos a encontrarnos con el resucitado de la misma manera que San Pablo o como les ocurrió en las apariciones a los otros apóstoles, sin embargo, no es menos cierto que todos tenemos que responder a aquella pregunta del Maestro a Felipe, ¿no me conoces?. Verdaderamente a lo largo de nuestra vida nos conformamos con conocer a Dios de oídas, no hemos experimentado su presencia senadora, no hemos experimentado, sentido en las entrañas que su mensaje no es una farsa, nos conformamos con un asentimiento racional, con alguna intuición, sin darnos cuenta de que es precisamente conocer al Señor, encontrarnos con el Resucitado lo que nos cambia la vida.

Sabemos que a Pablo el encuentro con el Resucitado le dio la vuelta a la vida, pasó de ser perseguidor a ser evangelizador, pasó de ser testigo de lapidaciones (los Hechos le sitúan en el martirio de San Esteban) a ser ajusticiado por el Evangelio (mártir en Roma c. 64), pasó de conocer a Dios de oídas, porque lo había estudiado en la escuela rabínica con Gamaliel a conocerle en persona, ciertamente no conoció al Jesús que predicaba en Galilea, por lo menos no tenemos constancia de ello, pero si conoció al Señor resucitado y se encontró cara cara con aquel Dios del que tanto había estudiado.

Las lecturas de este viernes son una invitación a descubrir al Señor vivo, a no conformarnos con conocerle de oídas, a no conformarnos con nuestras ideas o nuestros conceptos, sino a buscarle vivo, a sentirle presente… y así permitirle que como a Pablo, o a Felipe o a cualquiera que a lo largo de los siglos se ha encontrado con Él, permitirle que nos cambie la vida.