A las puertas del III Domingo de Pascua, la liturgia nos ofrece este día para nuestra reflexión dos texto de muy diversa naturaleza. En primer lugar tenemos el relato de los Hechos de los Apóstoles en el cual la primera comunidad crece y se expande tan deprisa que los apóstoles no dan a basto para atender todas las necesidades del cristianismo naciente, especialmente los nuevos cristianos de habla griega que van más allá de la comunidad de Jerusalén necesitan líderes que se ocupen de la comunidad, los diáconos serán los que atienda, especialmente en la parte material aquellas primeras comunidades. El texto de los Hechos pone de manifiesto que Dios siempre envía a su Iglesia lo que esta necesita.

Por otro lado, el éxito de aquella primera predicación, el éxito del mensaje de Jesús en aquellos primeros momentos, en los que podría parecer que era más complicado que se extendiera por las dificultades físicas de la predicación, incluso por las persecuciones que podrían haber disuadidos los primeros cristianos de su empeño evangelizador. Para nosotros solo hay una respuesta válida, y es que Dios estaba detrás de todo ello, y eso se traduce en la credibilidad de Jesús, de su mensaje y de sus discípulos.

Hoy, muchas veces nos falla la credibilidad, seguramente en muchas ocasiones habremos escuchado explicaciones de lo más variopintas sobre los milagros de Jesús, el relato de Juan nos habla de uno de ellos (Juan los llama signos no milagros) que es el del Señor andando sobre las aguas del lago. Los milagros de naturaleza (andar sobre las aguas…) tienen un objetivo, presentar a Jesús como el Señor de la Creación, de hecho en el prólogo del mismo evangelio de Juan se dice: «Por medio de Él (del Verbo) se hizo todo, y sin Él no se hizo nada de cuanto se ha hecho» (Jn 1,3), esta afirmación conecta profundamente con aquel tipo de milagros de naturaleza en los que se pone de manifiesto que Jesús es Dios que Jesús es el Verbo, que Jesús es el Señor de la Creación.

Los milagros vienen a reforzar la credibilidad del mensaje de Jesús, prescindir de ellos, por miedo a lo sobrenatural o en aras de una racionalidad insuficiente, sólo nos lleva a vaciar de contenido al mismo Jesús y con él  su mensaje. Tenemos que evitar aquellas imágenes de Jesús, aquellas imágenes de Dios, que por intentar acomodarse al ritmo de los tiempos a las racionalidades vigentes le vacían de contenido puesto que si Jesús no es Dios y si Dios no es el Señor de la Vida, si no es el Señor de la Creación, si realmente no es Dios ¿por qué seguir y entregar la vida por un sucedáneo disminuido?