Igual que ayer, la Iglesia nos invita a mirar a Jesús Buen Pastor. Porque Él y sólo Él es la cabeza de la Iglesia, su verdadero pastor. Y esto ya no es baladí, porque a veces nos desanimamos al contemplar que las personas de Iglesia cometemos pecados, desde el Papa o los obispos a los laicos, pasando por los sacerdotes, religiosos y consagrados. Todos.

Pero esto lo único que debería hacernos es ser más conscientes de que, sin Jesús, la cosa sería peor. Por eso la Iglesia es un «hospital de campaña», como dice el Papa. Pero no nos desanimemos y, sobre todo, no olvidemos que quien lleva todo esto, y también nuestra vida, es Jesús. O, mejor dicho, quien anda detrás luchando por que tengamos una vida plena siempre es Él, a través del Espíritu.

Utilizando otra imagen más actual que la del pastor, pero que es análoga, podríamos decir que Dios es como un GPS. Nosotros nos conectamos por el Bautismo; ahí se nos indica el final del camino (Cielo) y se nos orienta la ruta (iniciación cristiana y demás sacramentos o sacramentales): y somos nosotros quienes conducimos. Pero, claro, a veces, sobre todo cuando hay un puerto de montaña o llueve mucho y no vemos, nos paramos o tomamos otras rutas que, aparentemente, son más llevaderas. Y nos perdemos por salirnos del buen camino. Pero, ¿qué hace el GPS? Recalcula y, allá donde estés, te indica un nuevo camino, el mejor posible, para llegar al destino. Pues Dios es igual: es el buen pastor que conoce a sus ovejas y nos quiere guiar siempre y lo mejor posible al destino. Otra cosa es que, a veces, decidamos coger otras rutas. Pero Jesús nos quiere a todos en la vida eterna y siempre nos busca para orientarnos al Cielo. Eso no es algo bonito sin más, es una verdad como la copa de un pino.

Y, precisamente, de tomar conciencia de que Dios siempre lucha por nosotros puede brotar la alegría de la que nos hablan constantemente las oraciones de Pascua. Y tú, ¿has hecho memoria de cómo el Señor ha sido tu pastor y te ha guiado? ¡Siempre es una buena ocasión para hacerlo! Y hoy lo haremos de la mano de María en el día de la Virgen de Fátima.