El salmo 2 es un salmo real, porque tiene como protagonista a un rey. No especifíca quién es el rey, podemos deducir que se trata del rey de Judá, descendiente de David, según las promesas. El rey era considerado en estos tiempos como hijo de la divinidad, el pueblo de Israel también adoptó esta tradición. El día de la entronización el rey era ungido, de ahí el término Mesías, y se consideraba que era el momento en el que Dios lo engendraba.

Cristo es nuestro rey, engendrado por el Padre, resucitado por el Padre. Pablo, en la primera lectura, está hablando en Antioquía a los judíos, buenos conocedores de la Escritura. Les explica que el Mesías es Jesús, de Él hablaban todas las profecías del Antiguo Testamento, todo lo anunciado se ha cumplido. Jesús ha sido ungido, con un bautismo, el de la sangre, el de la entrega por nosotros.

Y este bautismo restaura al hombre, nos devuelve nuestra dignidad real. Desde el bautismo todos los cristianos somos sacerdotes, profetas y reyes, esta es la dignidad que Jesús nos alcanzó con su muerte y resurrección.