Los hombres y mujeres de este siglo no nos complicamos mucho la vida cuando tenemos que dar la enhorabuena a esos padres que han sido primerizos. Les mandamos un whatsup con emoticonos de globos y serpentinas y asunto liquidado. Nos hemos convertido en gente sumaria. El teólogo Enzo Bianchi dice que el hombre contemporáneo tiene una relación patológica con el tiempo. En cambio, todos los que leéis estas líneas sabéis que vuestros abuelos hablaban de la época en la que el tiempo ordinario se cubría de citas. Se echaba la tarde en casa de los Martínez, que acababan de ver morir a su hijo en la ría y había que cuidarles para que no se vinieran abajo, y se estaba con ellos hasta que el sol desparecía tras las montañas. La agricultura ayudaba, establecía un ritmo de sosiego en el trabajo. Ambos se habían conseguido humanizar, el trabajo y el tiempo. Con la ausencia de lentitud han desaparecido la reflexión, el gobierno de nuestra existencia y la alegría. No hay más que ver nuestro estado frenético de desmesura en todo

Cuando María se entera de que su prima está embarazada, ocurren en ella dos reacciones simultáneas, se alegra y se pone en camino. No sólo se produce el empujón emocional de una alegría desmedida, porque en Isabel ha ocurrido un milagro, sino una puesta en marcha. Y no estamos hablando de una visita a la casa de al lado, o a un pueblo vecino. La distancia entre Nazaret y Ain Karem, la aldea de Isabel, es de ciento sesenta kilómetros. Por entonces, había tres rutas posibles: el camino más próximo al mar, quizá peligroso porque había que atravesar tierra de gentiles; el que bordeaba el Jordán, que será el que el Señor más usaría en su vida pública; y el del centro, atravesando las montañas de Judea y cruzando Samaria, donde sabemos que los samaritanos eran odiados por los judíos. Según el Evangelio, la Virgen “se fue a la montaña” es decir, marchó por la tercera ruta, la más directa pero también la más difícil. Todo esto conviene tenerlo en cuanta si queremos conocer más a fondo a nuestra Madre y atravesar con ella el Evangelio de su Hijo.

Acabo de recibir en el móvil el mensaje de una joven que lleva unos días saliendo con un chico y quiere garantizar la relación con un noviazgo estable. Me dice, “¿cómo se sabe que estás preparado para entregarte y no te estás precipitando?”. Yo le diría que se acerque a la Virgen, y no es una salida de pata de banco. Es que Ella tiene la cualidad del análisis certero y de la determinación. La Virgen es patrona de las decisiones, y nos es imprescindible en un mundo en el que andamos pisando huevos de miedo y con más prudencia que una anciana en una pista de hielo.