PRIMERA LECTURA
Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra.
Lectura del libro del Génesis 11, 1-9

Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.

Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.

Se dijeron unos a otros:

«Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego».

Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.

Después dijeron:

«Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».

El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.

Y el Señor dijo:

«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».

El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.

Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó por la superficie de la tierra.

Palabra de Dios.

Sal 32, 10-11. 12-13. 14-5
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.

El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre:
los proyectos de su corazón, de edad en edad. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que el se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Desde su morada observa
a todos los habitantes e la tierra
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones. R.

SEGUNDA LECTURA
El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 22-27

Hermanos:

Sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo y sufre dolores de parto.

Y no sólo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.

Pues hemos sido salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?

Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.

Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Palabra de Dios

Aleluya
R. Aleluya, aleluya, aleluya

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor. R.

EVANGELIO
Manarán torrentes de agua viva.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 7, 37-39

El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie, gritó:

«El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva».

Dejó esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él.

Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.

Palabra del Señor