En la oración colecta del día de Pentecostés, pedíamos al Señor: “No dejes de realizar hoy en el corazón de tus fieles aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica”.

De esos comienzos es de lo que nos habla la primera lectura, donde el gran protagonista es San Bernabé, agregado al número de los Apóstoles.

Todo huele a coche nuevo:

  • En Antioquía se acuña un nuevo término para denominar a los seguidores de Jesús de Nazaret, al que adoran como el Mesías ungido, el «Christós». De ahí que los judíos conversos a la nueva fe se denominen “cristianos”.
  • La Iglesia da el primer paso en la evangelización programada y sistemática de los gentiles, aquellos que no provienen del mundo religioso judío y que las costumbres y conceptos de la historia de la salvación bíblica les resultaban ajenos. En un principio, la mayoría de cristianos eran judíos reseteados a la nueva fe, pero con costumbres del mundo hebreo. De hecho, en muchos lugares del Imperio, los cristianos eran considerados como una secta judía. Entre los capítulos 10-15 de los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo va guiando a la Iglesia para que se “catolice”, se universalice, amoldándose a los nuevos soplos del Paráclito e innovando sus costumbres, abandonando definitivamente la mera tradición judía.

Pablo y Bernabé son enviados definitivamente a quienes no provienen del judaísmo, e irán creando comunidades cristianas allá por donde van. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles: todos son uno en Cristo Jesús. Basta creer en Jesucristo, dejarle entrar al hogar del alma y empaparse de su presencia, de sus palabras, de sus acciones. Ayudar a todos a mantener una relación personal con Jesucristo es el corazón de la evangelización: toparse con Él y dejarse cautivar por su presencia.

Mucho tuvo que soplar entonces el Consolador, y mucho tiene que soplar también hoy. ¡Nunca deja de soplar! Y guía a la Iglesia en los retos de la nueva evangelización, que son muchos.

Dicen de San Bernabé que “era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe”. Pidamos hoy que sople el Espíritu en nuestros corazones y que nos llene de la audacia apostólica para enamorar a otros del Señor Jesús.