Cuando Santa Teresa habla en la Moradas de la oración hace una referencia, muy particular, a la loca de la casa, la imaginación, que tantas veces nos distrae en la oración y nos lleva de sueño en sueño sin dejarnos pisar la realidad. Cuando esta semana preparaba esta sencilla reflexión me abordó una religiosas amiga mía y me dijo: «Cuando prediques el próximo domingo tienes que hablar de que en nosotros hoy, el dilema de Marta y María tiene que ver más con la cabeza que con lo que hacemos». Después haciendo un poco de oración, me venía al recuerdo la afirmación de Santa Teresa y me pareció que ciertamente las palabras de Sor Julia, una dominica de rompe y rasga, merecían algo más de atención.

Si nos paramos a mirar nuestra realidad, o por lo menos, si yo me paro a revisar la mía, me encuentro con que todo el tiempo tengo cosas que hacer, que todo el tiempo estoy ocupado, y que son escasísimos los momentos de silencio con los que me la Providencia me sorprende a lo largo del día. Estar todo el tiempo ocupado sería el objetivo de muchos de los jóvenes con los que trato, hace unas semanas en un retiro con jóvenes universitarios, constatamos que una de las cosas que más les cuestan es estar en silencio… que en cuanto se quedan solo en silencio o tienen que poner la música o tienen que ponerse ha hacer algo, que les cuesta terriblemente contemplar…

Y sin embargo !qué importante es ser capaz de encontrarse con uno mismo en la soledad Habitada, que importante encontrar en el silencio al Dios de nuestra alegría… qué importante y qué necesario. Si pensamos un poco en nuestra forma de relacionarnos, encontramos igualmente que el silencio es clave para comprender donde hay una buena relación y un buen entendimiento… qué importantes los silencios entre los enamorados, qué importante el silencio y las miradas de los amigos, que importante sentarse con alguien al que quieres de veras y con el que puedes permanecer sin que una verborrea incontenible os impida escucharos…

Pues esto mismo que ocurre en nuestras relaciones, ocurre en la relación con Dios y se nos presenta en en las dos amigas de Jesús, Marta con tanto ir y venir no era capaz de hacer caso a Jesús, estaba preocupada con que todo estuviese bien, estaba organizando todo, pero como tantas veces nos ocurre a todos, entretenida con las cosas de Dios, se había olvidad de Dios mismo, como esas madre asfixiantes que de tanto querer a su hijo se olvidan de tenerle en cuenta y hacerle caso…

Dios quiere que le hagamos caso, Dios quiere ser escuchado, Dios quiere ser importante en nuestras vidas… qué lástima enredarnos en con tantas cosas y perdérnosle, os imagináis que la novia por estar pendiente de los detalles de la boda, y porque todo sea pluscuamperfecto se olvide de lo más importante, de querer al novio… o que inútil sería esforzarse en preparar los regalos de Navidad y olvidarse siempre de quien va a recibirlos, pues así somos, así nos sale hoy al encuentro el Señor para suplicarnos que, como María, seamos capaces de dedicarle un momento en nuestra ajetreada vida, que, sin darnos cuenta, se nos escapa entre las manos.