Una de las constantes en las palabras del papa Francisco es la invitación al discernimiento. Como buen jesuita, hijo de San Ignacio, nos invita a discernir de dónde proceden las mociones que sentimos en nuestro interior y percibimos como llamadas que reclaman nuestra atención. Es este un asunto crucial porque si se tratan de mociones que proceden del buen espiritu, debemos secundarlas y obedecer sin demora; pero sí por el contrario, proceden del mal espíritu, debemos rechazarlas y así, evitar caer en la red del engaño.

Hoy, Jesús enseña esto a Simón cuando le felicita porque ha confesado algo que no se lo había revelado nadie de carne y hueso, sino su Padre que estaba en el cielo; y cuando le reprende porque hacía tropezar a Jesús; y esto, porque pensaba como los hombres, no como Dios.

Qué importante es para la vida de cada uno desarrollar esa capacidad de discernimiento y así poder elegir siempre el camino que nos abre por delante Dios. Lo que está claro es que el Señor no se equivoca, así que lo que más nos conviene es participar de su sabiduría y entendimiento, de su consejo y ciencia, en definitiva de los dones del Espíritu Santo.

De hecho, es el reconocimiento de esa actividad extraordinaria del Espíritu Santo en Simón, como aquél que escudriña los corazones e intercede por los santos conforme a la voluntad De Dios; lo que hace que Jesús, le elija como “la piedra” sobre la que edificar la Iglesia. En ese sentido, el poder de atar desatar se le confía a aquel que, asistido por el Espíritu Santo, puede garantizar la unidad y la comunión de todos en la Iglesia.

Y sin embargo, qué rápido se puede pasar de obedecer a Dios Padre, a obedecer a Satanás, padre de la mentira. Solo hay que ver con qué dureza trata Jesús a Pedro cuando le dice: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”.

Ese es, en definitiva, el famoso “pecado contra el Espíritu Santo”: atribuirle a Él lo que procede del enemigo. Y esa la razón por la que es el peor pecado de todos: porque lleva al hombre a la inconsciencia y a la desobediencia a Dios.

Para un cristiano hay un elemento den discernimiento sumamente fiable. Lo que nos pretende apartar de la cruz: atajos, miedos, comodidades, retrasos, distracciones, complejos, todo esto no viene de Dios. Y por el contrario, todo lo que nos impulsa a abrazar la cruz: , un fidelidad, audacia, capacidad de padecer, diligencia, aceptación y perseverancia, todo esto viene de Dios.

Como cada uno de nosotros es capaz de lo mejor y de lo peor; pidamos a Dios que nos conceda el espíritu de discernimiento para no ser nunca obstáculo para Cristo sino, más bien los amigos que nunca dejarán de defender su Iglesia.