Quizá seas de los que aún no has pisado Tierra Santa porque nunca has tenido opción, o dices que te da miedo o sencillamente vas dejándolo pasar hasta encontrar momento propicio, pero en cualquier caso te pierdes mucho. Para quien lo rece y haya estado allí, el Evangelio de hoy no necesita el apoyo de la imaginación, el lector sabe perfectamente el itinerario de todo cuanto sucede. Galilea… Cafarnaún… Salir de casa… Los trabajos arqueológicos descubrieron bajo una iglesia bizantina octogonal de Cafarnaún, un primer terreno en el que seguro que se hacían bautizos y había reuniones durante el siglo primero. Han salido a la luz grafitis con los nombres de Pedro y Jesús. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que allí vivía el Señor, era “su casa” mientras deambulaba por Galilea.

No reza igual quien ha estado allí y quien no, el primero ha seguido las huellas del Señor y se ha empapado de todo cuanto Él miraba. Si el Evangelio es la historia de amor entre cada ser humano y el Verbo de Dios que vino a darnos una vida que no muere, cuanto más se conozcan las dos partes más productivo es el encuentro. Ya apremiaba San Pablo en sus cartas a los miembros de sus comunidades en tener los mismos sentimientos de Cristo. ¿No hace lo mismo el enamorado?, ¿no está siempre preguntando al sujeto de su ternura por su pasado, su familia, por las menudencias que van a darle más felicidad que los principios y las ideas claras?

Pues hoy vemos al Señor portándose como Hijo del Hombre y ciudadano. Paga el tributo de las dos dracmas, un impuesto que tenían que pagar cada año los varones judíos mayores de veinte años. El dinero recaudado servía para el sostenimiento del templo de Jerusalén. El Señor acata las leyes como un judío mas, aunque le dice a Pedro que los reyes del mundo cobran los impuestos y tasas a los extraños. El que fuera primer Papa recibe una enseñanza definitiva, que todos los seguidores de Jesús pasamos por esta vida como extraños que viven de prestado. El verdadero hijo no es el hijo de este mundo, sino el que ha nacido de Dios por el bautismo y vive con Él.

Me encanta el momento de Pedro yendo a coger un pez para encontrar una moneda de plata. Hay tanta intimidad entre los dos, “paga por ti y por mí”. Así es la vida del cristiano por la tierra, realizando cualquier trabajo en intimidad con Él…