A ver, no es verdad, nadie obra así. Digamos como preámbulo que todo pastor es un tipo que vive de un negocio, ¿no?, pues el Señor habla de un pastor que tiene cien ovejas, y se atreve a sugerir un prototipo de conducta: “Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve y va en busca de la perdida?”. Los oyentes, a quienes se les acaba de formular una pregunta que exige una confirmación, debieron quedarse helados. ¿Cómo es posible que un pastor cometa la negligencia de abandonar su negocio para ir detrás de un golpe de corazón, de una oveja que se ha perdido? ¿No es preferible asegurarse las noventa y nueve y no arriesgarse a perderlas a todas? Pues ojo, que estamos ante un texto fundacional de cómo actúa Dios. Dios no tiene más interés que la vida del ser humano, y un interés personalísimo por cada vida. ¿Que uno se pierde?, allá va Él, poniendo todo su esmero en ayudar en el regreso de quien se marchó.

A veces tenemos muchas discusiones sobre el famoso tema del “plan de Dios”, de si Dios tiene un proyecto específico sobre mí. Conozco a muchos solteras y solteros maduros que están frustrados porque se pasan el día dilucidando si lo que Dios quiere de ellos es una vida en obligada soltería, ya que parece que no han encontrado pareja. Por supuesto que hay una voluntad de Dios, un plan: que le sepamos reconocer en cualquier circunstancia, pero para esto hace falta mucha humildad y abandonar los pequeños sueños de felicidad que uno se crea. De lo que sí estamos seguros es de que Él tiene siempre un plan B para nosotros, el Evangelio de hoy nos lo recuerda. ¿Que metemos la pata y nos marchamos por veredas oscuras, sin luces ni cuidados? Pues ahí viene el Señor detrás, dispuesto a poner en riesgo su propia vida con tal de ganarnos para la vida eterna. El Señor siempre tiene un plan B, que no te quepa la menor duda.

A lo mejor eres de las personas que nunca han brillado en esta vida, que no has destacado ante nadie, que no has sabido hacer reír jamás a un niño ni tienes el carisma del arroyo, que lleva al valle frescura y bienestar, y a todos apaga la sed. Quizá nunca te has llegado a emocionar realmente delante de un cuadro, nunca has entendido la pintura y has tenido que fingir placer estético delante de los demás. Has sido tacaño con tu tiempo porque jamás has sabido cómo entregarlo. Tus elecciones siempre han sido una contrariedad y no terminas de estar a gusto con cada decisión. Pues tengo una buena noticia, en el fondo eres pequeño, aunque nadie te lo haya dicho. Y el Señor no parará hasta encontrarte, pequeño, porque te quiere, aunque no seas aún capaz de creértelo. Un día lo entenderás y caerás derrumbado delante de tu perseguidor.