JUEVES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2019

JESÚS PESCADOR (Lucas 5, 1-11)

“El asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.

Jesús Pescador. No encontrarás este título de Jesús en la Sagrada Escritura, y seguramente tampoco en ningún libro de teología. Se lo ha inventado un escultor mejicano, que esta levantando una gran estatua que ya se ha convertido en un centro de peregrinación en el Cerro El Raspado, antes de entrar a La Concordia, en Mejíco. Es el “Cristo Pescador”: la figura de Cristo de 33 metros (por los años de Jesús) con su túnica bendice con su mano derecha a todo el que llega al pueblo. El escultor no es teólogo, ni falta que le hace, pero se le ocurrió el nombre porque leyendo el pasaje del Evangelio de hoy se dijo: si a sus apóstoles los llamó pescadores de hombres, él es el primer pescador, que los pescó a ellos.

Si: reconocemos como “pescadores de hombres” a los apóstoles, a aquellos que, obedeciendo a su maestro y Señor -Aquel por el que dejaron las redes para seguirle, aquel que los cautivo hasta el punto de hacer de su vida la divina aventura de ser los privilegiados testigos del Dios hecho hombre-, y que tras las apariciones del Resucitado y su ascensión a los cielos, no hicieron más que predicar el evangelio por todos los confines de la tierra hasta dar la vida por él. Pero los reconocemos así porque antes fueron pescados por Jesús.

Si: reconocemos como “pescadores de hombres”, tras los apóstoles, a todos los santos y en todas las santas, los reconocidos por la Iglesia como tales para ejemplo de todos, y los “santos de la puerta de al lado” que llama el Papa Francisco. Porque todos ellos, con su palabra, pero sobre todo con su vida, han llevado al seguimiento de Cristo a millones de hombres y mujeres de todo lugar y de todo tiempo. Pero los reconocemos así porque antes fueron pescados por Jesús.

Si: reconocemos como “pescadora de hombres” a Santa Teresa de Calcuta, que hoy celebramos. Pero porque fue pescada por Jesús.

Ella misma se autodefinió así: “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, india. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al corazón de Jesús”. Todos los demás la conocemos como la gran santa del siglo XX entregada a los moribundos de la India, a los más pobres entre los pobres. Nació en Skopie (Macedonia), en 1910. Falleció en Calcuta, en la India, en 1997. Tras 20 años como profesora en un colegio irlandés en la India, y al ver tantos niños y enfermos moribundos, fundó las Misioneras de la Caridad en 1950 para dedicarse por completo a su atención. Fue canonizada por el Papa Francisco en 2015.

Al recibir en 1979 el Premio Nobel de la Paz, explicó: “Los pobres son grandes personas. ¡Nos pueden enseñar cosas muy hermosas! Tuve una gran experiencia con una familia hindú que tenía ocho hijos. Un señor llegó un día a nuestra casa y dijo: «Madre Teresa, hay una familia hindú con ocho hijos que no han comido en mucho tiempo: haga algo». Cogí algo de arroz y fui para allá inmediatamente. Vi a los niños, que tenían los ojos brillantes de hambre. La madre de familia cogió el arroz que yo le había llevado, lo dividió en dos partes y salió de la casa. Cuando volvió, le pregunté: «¿Dónde has ido? ¿Qué has estado haciendo?». Ella me respondió: «Ellos también tienen hambre». Lo que más me impactó fue que ella sabía, a pesar del sufrimiento y del hambre, que ellos, sus vecinos, una familia musulmana, también tenían necesidad, y tuvo la valentía de compartir, el amor para compartir. Es un regalo de Dios que seamos capaces de compartir nuestro amor con otros. Amémonos los unos a los otros como él nos amó”.

En Roma la Guardia Suiza un día esperaba la llegada, en visita oficial, de una reina. Pasó por la Plaza de San Pedro Madre Teresa, con ese bolso de paja que la tapaba casi por completo, con su inconfundible cabizbaja figura. Al verla el Capitán de la Guardia dijo: estamos aquí para rendir honores a una Reina. Pero se nos ha adelantado la reina de la caridad”.

Y la Reina de la Caridad, la fundadora de las misioneras de la Caridad, fue también “pescadora de hombres”. Es más, nos enseñó como pedir a Jesús ser también nosotros “pescadores de hombres”, dejándonos pescar por Jesús:

Dulce Jesús, ayúdanos a esparcir tu aroma donde quiera que vayamos.

Inunda nuestras almas de tu espíritu y tu vida.

Posee  toda nuestra existencia hasta tal punto

que toda nuestra vida solo sea una emanación de la tuya.

Brilla a través de nosotros, y mora en nosotros de tal manera

que todas las almas que entren en contacto con nosotros

puedan sentir tu presencia en nuestra alma.

Haz que nos miren y ya no nos vean a nosotros, ¡sino solamente a ti, oh Señor!