SÁBADO 7 DE SEPTIEMBRE DE 2019

JESÚS ES EL SEÑOR (Lucas 6, 1-5)

“El Hijo del hombre es el Señor del sábado”. Así termina Jesús la explicación a los fariseos de porque cura en sábado. Podría haberles dicho que el primero de los preceptos es el amor, y que todos los demás menguan ante él. Y algo tan obvio como que el curar es amar. Podría haberles dicho lo que cuatro siglos después dijo un buen cristiano, san Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Pero cuando ante la dureza del corazón, sobran las razones que llaman a la puerta del corazón.

No sólo podría haberles dado una respuesta recordando textos de la Escritura que ellos veneraban, sino que lo hizo: “¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros”. Pero no sirvió de nada, porque cuando esta embotado el corazón, también lo esta la mente, y entonces sobran las razones que llaman también a la puerta de la inteligencia y de la memoria, incluso cuando llaman a la puerta de la fe, si esta no esta transida por el amor.

Por eso al final recurre a si mismo. Miradme, escuchadme, seguidme. Y veréis. “El Hijo del hombre es el Señor del sábado”. Seguid al Hijo del hombre, y entonces comprenderéis. Es lo que habían hecho sus discípulos. Ellos empezaron, a diferencia de los fariseos, con buen pie su relación con Jesús. No le pidieron explicaciones cuando quedaron sorprendidos por él, sino que le preguntaron: Señor, donde vives? Y Jesús no les dio entonces explicaciones, sino que les dijo: “Venid y veréis”. Y ellos fueron y vieron, y porque fueron y vieron entendieron a Jesús. Y porque le miraron a los ojos un día y otro día, y compartieron con él la vida, y dejaron todo para seguirle adonde fuese, contar de estar con él, entonces sin darse cuenta hicieron de su vida con él una escuela, la escuela de Jesús, que encerraba toda la sabiduría de Dios, el misterio de Dios y el misterio de la Creación, el Misterio de Dios y el misterio del hombre. El misterio de todo, Dios-Amor.

Pero los fariseos, en cambio, estaban en otra onda completamente distinta. De hecho el sábado era una escusa. Ellos querían terminar con ese nuevo profeta que cuestionaba su autoridad y sus seguridades, y que apelaba al corazón: “Donde esta tu tesoro, ahí esta tu corazón” (Mt. 6, 19-23). E hinchados de autosuficiencia intelectual, moral y religiosa, se perdieron al Hijo del hombre, es decir, al Hijo de Dios hecho hombre, y con él todo el saber, y todo el ser, se perdieron a si mismos, encerrados en si mismos en el sábado de sus seguridades y cerrazones.

A nosotros nos toca elegir: también podemos decir que somos discípulos de Cristo pero tener mentalidad y corazón de fariseos. O podemos serlo de verdad. Basta con creerle cuando dice: “Yo soy el Señor del sábado”, que es lo mismo que decir: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Pero antes hay que oírle decir: “Venid y veréis”. Y tener la valentía de seguirle a donde el nos lleve, sin temor.