DOMINGO 8 DE SEPTIEMBRE DE 2019

JESÚS ES MI ÚNICO BIEN (Lucas 14, 25-33)

Fuente inagotable de sabiduría es siempre la Palabra de Dios. Porque supone participar en la sabiduría de quien todo lo hizo, lo dispuso, y lo sostiene.

El libro de la Sabiduría nos dice tres cosas de la misma sabiduría de Dios que desea compartir con nosotros: Que nos permiten reconocer los designios de Dios en nuestras vidas, que esta proviene del Espíritu Santo, y que hace rectos los caminos de los hombres y los salva.

Con el salmo 89 hemos reconocido que “el Señor ha sido nuestro refugio de generación en generación”. La expresión refugio en los salmos es muy elocuente: refugio en el peligro, refugio en las dudas, refugio en la soledad, refugio en el dolor, refugio en el infortunio.

San Pablo, con ocasión del envío de Onésimo a Filemón, nos muestra hasta donde Dios nos enseña no sólo a querer a todo prójimo como a un hermano, sino también a quererlo como al amigo que más se quiere.

Y en el Evangelio Cristo Jesús nos hace la propuesta más provocativa y radical de la historia, a la que millones de hombres y mujeres, siempre insensatos a los ojos del mundo, desde aquel momento no se ha resistido a contestar: la de dejarlo todo para seguir a Jesús, hasta la cruz. Y también nos propone las parábolas del constructor y del Rey que tienen calcular sus recursos antes de emprender una obra o de entablar una batalla.

Dice el Papa Francisco, comentando este Evangelio, que:

“Jesús no quiere engañar a nadie (…) Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal. Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia por cada hombre y por todos los hombres. La obra de Jesús es precisamente una obra de misericordia, de perdón, de amor. ¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal, esta misericordia, pasa a través de la cruz. Pero Jesús no quiere realizar esta obra solo: quiere implicarnos también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado (…) El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes porque ha encontrado en Él el Bien más grande, en el que cualquier bien recibe su pleno valor y significado: los vínculos familiares, las demás relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos, y así sucesivamente. El cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del servicio”.

Y con respecto a la segunda de las parábolas, el Papa Francisco también nos dice que “existe una guerra más profunda que todos debemos combatir. Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y elegir el bien, dispuestos a pagar en persona”.

De estas dos cosas, de dejarlo todo para seguir a Jesús, y de entablar la única guerra cien por cien legítima, que la guerra contra el mal, los santos tienen mucho que decir. Esta semana hemos celebrado la fiesta de Santa Teresa de Calcuta. Decía también el Papa Francisco de ella:

Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada.

Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado;

Ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos.

La misericordia ha sido para ella la sal que daba sabor a cada obra suya, y la luz que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.

Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres.

Esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión.