Celebrarmos hoy en la Iglesia la memoria de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, buen comienzo del mes misionero extraordinario que el Papa Francisco ha convocado para toda la Iglesia y que coincide en el tiempo con importantes acontecimientos eclesiales como al Consistorio para la creación de cardenales o el Sínodo de la Amazonia.

Siempre que uno se acerca a la figura de Teresita de Lisieux la primera pregunta que le asalta es ¿cómo una monja de clausura puede ser patrona de las misiones?, ¿tiene sentido que una jovencita que apenas salió de su pueblo natal, que vivió a penas 20 años se propuesta como protectora de los misioneros? Para nuestros criterios posmodernos y eficientistas no. Seguramente que incluso en muchos foros eclesiales y no eclesiales han escuchado personas que ponen en duda el sentido de la consagración total a Dios en la clausura… Sin embargo la Iglesia, que es muy sabia, guiada por su Señor nos la propone hoy como ejemplo, como modelo de vida, como protectora de las misiones.

Hay en su obra Historia de un alma unas palabras preciosas, en las que Teresita cuenta que amaba tanto a Dios, amaba tanto a su Iglesia que ella quería ser todas las vocaciones, misionera, predicadora de la palabra, sacadora de enfermos… y en ese deseo casi insaciable de amor descubrió que precisamente eso el amor era su vocación más profunda, ella sería en la Iglesia el amor, única fuente de toda verdadera actividad eclesial, motor de cualquier tipo de evangelización, sal con la que sanar el mundo… el amor.

Y uno no puede por menos que sonreír cuando el Señor regaña los apóstoles que quieren destruir a ese pueblo pueblo que no les acoge, porque del amor no puede venir la destrucción, sino la Vida. Los apóstoles, como nosotros, muchas veces perdemos el norte, perdemos el «oremus» y olvidamos el poder de las pequeñas cosas, Teresita lo llamaba «el caminito». Y ante nuestro mundo descreído, ante nuestro mundo a veces hostil se nos olvida aplicar la única medicina que sana todos los males: el amor.

Ojalá hoy Señor descubra el «caminito» que me lleva a ti, el sendero del amor en ese rincón en el que sólo tu me ves.