MONICIÓN DE ENTRADA:
¡¡Guapa, guapa y guapa!! No se me ocurre mejor modo de empezar. Es lo primero que me sale del corazón en este día, en que la ciudad de Madrid se engalana para ver pasear por sus calles a su Patrona, su Madre amantísima: la Virgen María, Nuestra Señora de la Almudena.

MONICIÓN A LAS LECTURAS:
Por si acaso en la sección de esta web «Lecturas de Misa» aparece la liturgia de la palabra propia de la Consagración de San Juan de Letrán —que en Madrid celebramos ayer—, he incluido en este comentario, pero al final, la liturgia de la palabra completa de la solemnidad de la Almudena.

COMENTARIO A LAS LECTURAS
En la película «La Pasión», Mel Gibson aprovecha la escena del vía crucis del encuentro entre la Madre y el Hijo para introducir una genialidad teológica, presente en la liturgia de la palabra de hoy. A mí, la primera vez que la vi, me pareció uno de los detalles más bonitos de toda la cinta, quizá porque la figura de María se retrata de un modo cautivador desde el comienzo. La acción trascurre cargada de una incontenible emoción y tensión interiores por el primer alejamiento de la Madre, apartando la mirada en dirección opuesta, que no se ve capaz de ver al Hijo en tanto dolor; pero recordando su atención materna al niño caído y necesitado de consuelo, gira por completo su mirada, y superando el dolor y el miedo por la llama de un amor más grande, le da nuevas fuerzas que la impulsan a socorrer al hijo amado. De este modo, aunque rota de dolor, vuelve a decir un sí a la voluntad de Dios, que de este modo tan misterioso y extraordinario ha decido salvarnos.

La respuesta del Hijo a la Madre es la de aquél que está sentado en el trono, según nos detalla hoy el libro del Apocalipsis, el que tiene el poder y la gloria: «Todo lo hago nuevo». En la ignominia de su pasión, la humanidad del Señor es aplastada, triturada por los maltratos, la flagelación y el madero de la cruz. Y en este momento, en trance de convertirse en un cordero completamente degollado, saca de su corazón toda la belleza y el esplendor de su gloria ante la Madre, que se acerca a Él camino del calvario para unir corazones y voluntades.

En ese momento, Él, aparentemente a punto de ser derrotado, aparece como «Pantocrátor», el «Salvator mundi», el Alfa y la Omega: está a punto de vencer en la batalla crucial de la historia y de coronarse victorioso. De este modo comienza la nueva creación.

El punto de inicio de esta nueva creación ha sido María puesto que ella es “la morada de Dios con los hombres”. Y en el misterio de la encarnación se cumple literalmente la profecía de Zacarías: “[Dios] acampará entre ellos”. María ha dado a luz al Mesías, nuestro Salvador, Dios hecho hombre.

33 años más tarde, en el momento final de la vida de Cristo, la figura de María se engrandece hasta convertirse no sólo en la Madre de Dios, la Theotokos, sino que su Hijo le revela una nueva vocación: la de ser madre de todos los creyentes en Cristo, de aquellos llamados y elegidos por el Cordero que han escuchado su llamada y permanezcan fieles hasta el final. Es lo que nos relata el evangelio de hoy. Jesús abre la maternidad de su Madre a una innumerable multitud de hijos, representados por san Juan evangelista: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». De este modo se convierte en Madre de la Iglesia, nuestra Madre.

En ese mismo momento, Jesucristo, a punto de morir, también nos dio a cada cristiano una tarea muy concreta y realmente preciosa: la de cuidar de su Madre y acogerla en nuestra casa. El Señor pronuncia este último mandato de amor precisamente a su discípulo más amado: «Ahí tienes a tu madre».

Hoy, en nuestra ciudad de Madrid, cumplimos el mandato del Señor. Hemos acogido a María y le hemos construido una casa, la catedral de la Almudena. Allí recibe a diario el afecto y cariño de tantos fieles; recibe también innumerables peticiones por las necesidades de sus hijos y del mundo entero.

Pero hoy se traslada a la Plaza Mayor de la ciudad y después sale en procesión por las calles de su ciudad para recibir el afecto y cariño que se merece. En verdad es “el orgullo de nuestra raza”, como cantará nuestra incomparable Mercedes una vez más.

Y unos corazones enamorados de nuestra Madre, no pararán de exclamar: ¡¡Guapa, guapa y guapa!!

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— LITURGIA DE LA PALABRA —
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PRIMERA LECTURA 
Lectura de la profecía de Zacarías  (2, 14-17)
Alégrate y goza, hija de Sión, que yo vengo a habitar dentro de ti —oráculo del Señor—. Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos, y serán pueblo mío. Habitaré en medio de ti, y comprenderás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti. El Señor tomará posesión de Judá sobre la tierra santa y elegirá de nuevo a Jerusalén. Calle toda carne ante el Señor, cuando se levanta en su santa morada!
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL    — Jdt 13, 18bcde. 19 (R.: 15, 9d)
R/.  Tú eres el orgullo de nuestra raza.
V/.  El Altísimo te ha bendecido, hija, más que a todas las mujeres de la tierra. Bendito el Señor, creador del cielo y tierra. R/.
V/.  Que hoy ha glorificado tu nombre de tal modo, que tu alabanza estará siempre en la boca de todos los que se acuerden de esta obra poderosa de Dios.  R/.

SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis  21, 3-5a
Escuché una voz potente que decía desde el trono: — «Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado». Y el que estaba sentado en el trono dijo: — «Todo lo hago nuevo».
Palabra de Dios.

ALELUYA
Aleluya, aleluya, aleluya.
Dichosa eres, santa Virgen María, madre de gracia y reina de misericordia; de ti nació Cristo, nuestro Mediador y Salvador.
Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO
+ Lectura del santo evangelio según san Juan  19, 25-27
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: —»Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: —»Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.