LUNES 11 DE NOVIEMBRE DE 2019

AUMÉNTANOS LA FE (Lucas 17, 1-6)

Los apóstoles se dirigen a Jesús, tras seguir sus pasos de un lado a otro, tras escucharle día tras día, para hacerles una sabia petición: “Señor, auméntanos la fe”.

Ellos se dieron cuenta de que para seguirle necesitaban de un don insostenible por su propia voluntad, inabarcable sólo con sus propias fuerzas.

Pues si ellos, que le vieron hacer milagros, que le miraron a los ojos, que abrazaron al Dios hecho hombre, le imploraron que aumentase su fe, ¿qué haremos nosotros sino pedirle, día a día, que nos aumente la fe?

Si no lo pedimos con insistencia, a lo mejor tendríamos que preguntarnos que lugar ocupa la fe en la escala de valores de nuestra vida.

Un joven hospitalizado por una enfermedad terminal, recibió la visita de un amigo que, al despedirse le dijo: ¡Ten ánimo!, y el le contesto: no me digas “ten ánimo”. Dime “ten fe”. Por eso no nos cansemos en repetir esta suplica, sin duda la más importante que podemos hacer: ¡Señor, auméntanos la fe!

Como se preguntó una joven italiana en medio de los bombardeos de Trento en la Segunda Guerra Mundial, ¿Habrá algún ideal que ninguna bomba pueda destruir? Si, Dios, ¡Dios es el único ideal que ninguna bomba podrá destruir! Podrán quitarnos todo, y la vida. Pero no a Dios ni la fe en Él.

Y si nos preguntasen que cosa elegiríamos “no perder” en los últimos meses de nuestra vida terrenal, ¿qué diríamos? La salud, la comodidad, la mente despierta, la tranquilidad, la compañía…. ¿Y la fe? ¿Diríamos que lo último que querríamos perder es la fe?