Lunes 2-12-2019, I de Adviento (Mt 8, 5-11)

«Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó». Precisamente de esto va el Adviento, de acercarnos a Jesús. Cada nuevo tiempo (como este) es una oportunidad que nuestro Señor nos ofrece para volver a él. Como sabe que tantas veces nosotros le dejamos de lado, nos olvidamos de él, no le dedicamos tiempo, lo dejamos como la última de nuestras prioridades… Jesús vuelve a llamar a nuestra puerta. Él alarga su mano y nos ofrece su compañía. Otro año más. Otro Adviento más… ¿vamos a dejar pasar esta oportunidad? Estamos ya comenzando las cuatro semanas que nos preparan para la Navidad. En este tiempo precioso de espera, ilusión y expectación la Iglesia no cesa de repetirnos constantemente: “¡el Señor va a venir!”. Esta es nuestra esperanza. Pero de nada serviría que Cristo viniera a nosotros si nosotros no nos damos cuenta… Hoy es un buen día para pedirle a Dios –quizá convendría hacerlo cada mañana– salir al encuentro de Cristo que viene a nosotros. Estoy seguro de que en este tiempo te puedes acerar más a Jesús, ¿estás de verdad dispuesto?

«Jesús le contestó: “Voy yo a curarlo”». Jesús nunca se deja ganar en generosidad. En el momento en que damos un paso hacia él, acercándonos a su amor, nos damos cuenta de que él ya se había acercado a nosotros. El Señor siempre se mueve primero. Suya es la iniciativa. Como le gusta repetir tanto al Papa Francisco, «Él nos primerea». Y por eso es tan importante este tiempo del Adviento. No debemos olvidar que es Dios quien ha venido a nosotros. Él ha cubierto la infinita distancia que nos separaba de Él, el abismo entre el Creador y la criatura, entre el pecado y la Gracia. Él ya ha salido a nuestro encuentro. La salvación no es un esfuerzo –titánico, sobrehumano– de acercarse a Dios y de alcanzar el cielo. El cielo no se conquista. En Belén, el cielo bajó a la tierra. ¡Cuánto consuela pensar que es precisamente Dios el que ha dado su primer paso hacia nosotros! Podemos esperar en él, porque sabemos que es fiel. Sabemos que nos ama y nunca nos va a abandonar. Él tiene incluso más interés que nosotros mismos en salvarnos. Esta es nuestra certeza. Él es nuestra esperanza.

«Os aseguro que en Israel no he encontrado tanta fe». Estoy seguro de que ya has pensado más de una vez en la Navidad. Las luces de las calles ya están encendidas, los anuncios empiezan a multiplicarse y las compras vuelven a reclamar nuestra atención. Adornos, belenes, árboles, lucecitas y tantos regalos que tenemos que preparar… ¿pero es esto el Adviento? La Navidad es una fiesta de fe. Por eso, el Aviento no puede ser sino una preparación de fe. No se trata de encender luces, sino de encender nuestra fe. Cristo va a salir a nuestro encuentro, como le pasó al centurión, y sólo podremos reconocerle con una fe viva, operativa, intensa. Seguro que no te faltan preparativos para las próximas fiestas que se acercan…, ¿pero no nos faltará quizá fe?