El otro día, por una tontería, se enfadaron dos chavales de la parroquia. Incapaces de perdonarse (ahora ya sí), fueron creando mal ambiente entre unos y otros, creando división y malas maneras entre unos y otros. El mal, principalmente por el orgullo y la soberbia, se suele trasmitir como la gripe. Pero cuando consigues sanar las heridas y desaparecen las discordias lo que parecía una enfermedad terminal se convierte en un pequeño constipado que ya pasó.

«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada» Zacarías duda y cuando se le concede lo que tanto tiempo había pedido desconfía y quedará mudo ante el poder de Dios. Pero el favor no se le concede por sus muchas oraciones ni por su bondad, que no ponemos en duda, sino por los méritos de Cristo que prepara su venida. Es decir, la alegría de Zacarías e Isabel no es un favor de Dios hacia ellos, que también, sino que sería un «bien colateral». Donde está Dios la alegría se desborda. Si el mal parce contagioso lo es mucho más la alegría de donde está Dios, que disipa los males humores, deshace los conflictos, sana las heridas, perdona los pecados e ilumina nuestras oscuridades. En este tiempo la publicidad nos invita a la alegría sin darnos motivos para ello, mas que motivos materiales que ya sabemos que defraudan o se acaban pronto. Nosotros anunciamos la raíz de la alegría pues en Dios hecho hombre todos hemos sido llamados a la salvación.

En este tiempo de tantos regalos no te olvides de llevar contigo la alegría, la autentica, la que nace del corazón que conoce y ama a Jesucristo, a José y a María. Hoy no me da tiempo para más, llega a las raíces de tu alegría y deja que brote en Navidad.