Sigue el Belén sin terminarse en mi parroquia. Ya lo decía un viejo refrán: “No hay cosa que toque más a rebato que muchas manos a un plato.” Así que habrá que poner en marcha para que esté todo acabado el lunes -excepto el niño Jesús que no se pone hasta el 24 a medianoche-, y ver dónde conseguimos serrín, musgo… ¡y la fuente de chocolate!

Ayer hablábamos del silencio y la escucha. Puede parecer que el silencio y la escucha lleva al quietismo, a procurar no preocuparnos por nada…, pero eso está muy lejos de la realidad.

“En aquellos días, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña.” Cuando Dios hace hacemos lo que Dios quiere y la caridad se antepone a nuestras ganas de “engolfarnos en el misterio.” María acude corriendo a casa de Isabel. No lleva un cargamento de nervios, ni se pone a hablar de sí misma, ni quiere organizar la vida de nadie. Lleva con ella al Espíritu Santo, en su seno al Hijo de Dios y la maleta está llena de alegría. La caridad es la respuesta habitual del corazón que sabe querer. El quietismo oriental, ese desaparecer en la nada para fundirse en horizonte cósmico no es nada cristiano. El que es de Cristo se sabe amado y por eso aprende a amar. No considera el dar su tiempo como si fuera un robo de una propiedad valiosa, ni el trato con los demás como un lamentable perjuicio. No, nosotros llevamos al que hemos recibido y por eso estamos deseando entregarlo a los demás, y cuanto más se da mas crece. La vocación contemplativa, incluso la eremitica, no es una vocación a la soledad, sino a estar en Dios y como decía Santa Teresita siendo el amor en el corazón de Jesús lo seré todo. Un cristiano nunca está solo, siempre está en Dios y con Dios. Por eso nos apasiona todo lo humano, para llevarlo a Cristo, no para humanizar lo divino.

“Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.” No tengas ninguna duda que Dios cumplirá sus promesas. María, Isabel. Zacarías, José, Pedro y una multitud de creyentes son testigos de esto. Por mucho que algunos se empeñen en torcer la voluntad de Dios no lo conseguirán. Nosotros sigamos unidos a Cristo, viviendo bajo la sombra del espíritu Santo y no habrá nada que temer.

Madre, portadora de Cristo, ilumina a tu Iglesia.