El Evangelio de este lunes nos presenta una escena muy familiar en la que la grandeza de Dios vuelve a superar con creces las capacidades de entender del hombre. Isabel, la que era estéril y anciana, da a luz a su hijo, cuyo advenimiento había dejado a su padre mudo debido a sus dudas acerca de las acciones de Dios. Y ahora, nueve meses después del episodio en que Zacarías enmudece, recupera el habla para descolocar al personal y anunciar a sus amigos que el niño se va a llamar Juan y no como él. De hecho, recupera sus facultades cuando afirma la voluntad de Dios que había expresado su mujer.

Es muy consolador el hecho de poder ver, aunque sea en páginas consecutivas del Evangelio y sin tener mucha idea de lo que pasó durante el embarazo de Isabel, la evolución de Zacarías, pues pasa del escepticismo a la creencia total en las maravillas que Dios pueda hacer. ¿Y nosotros?, ¿hemos hecho esta evolución creyente o seguimos emperrados en intentar comprender al 100% lo que Dios quiere hacer y/o permite en nuestra vida? Es de perogrullo, pero ante los evangelios de la infancia del Señor cabe reiterar que, si Dios existe, si Dios es Dios con los atributos que a Dios le pertenecen, necesariamente es Alguien que nos tiene que superar por los cuatro costados. Sin embargo, tantas veces le queremos atar a nuestro pobre cerebro, a nuestra pobre capacidad de conocimiento…

Para rezar hoy sería bueno volver a hacer un acto de fe, un acto de confianza en el Señor. Reiterarle y reiterarnos que Él y sólo Él tiene todos los datos sobre nuestra vida y sobre la de los demás; repetirnos que no podemos jugar a ser dioses, que no podemos ser como dioses, que si intentamos comer del fruto del árbol prohibido estamos condenados a la perdición. Sólo cuando respetamos la voluntad de Dios y dejamos a Dios ser Dios podemos ser como Isabel, como María, y proclamar humildemente las maravillas que Dios hace y nosotros podemos ver.

Señor, te pedimos, como los apóstoles, que nos aumentes la fe; te pedimos que crezca en nosotros la capacidad de esperar y, sobre todo, que, si en algo tenemos que crecer, sea siempre en el amor que te tenemos. ¡Que sea sobre todas las cosas!