Decía un padre de la Iglesia: “Obedeced con docilidad a vuestros jefes, pues son responsables de vuestras almas y velan por ellas”.

Tal vez una de las causas de la crisis de tantos cristianos sea el abandono del acompañamiento espiritual. Hemos creado infinidad de grupos, asambleas, comisiones …  corremos de reunión en reunión, y nunca acabamos de ultimar nada, olvidándonos de las personas y de nuestro propio ser.

“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.” Es necesaria la calma, el buscar momentos de abrir el alma a quien puede comprendernos y que tiene, como único interés, el que amemos más a Cristo y descubramos la alegría de su seguimiento.

“El Señor es mi pastor, nada me falta.” Tal vez muchos prefieran caminar “según su instinto”, a ver si llegan a buen puerto. Sin embargo, Cristo se sirve de aquél que nos conoce bien, para llevarnos hacia Él, ya que el único destino es uno: Jesús.

Para dejarse acompañar y dirigir en la vida hay que ser humilde. Por eso, le pedimos a nuestra madre la Virgen que “nos ayude a dejarnos ayudar”.