Sábado 22-2-2020, Cátedra del Apóstol San Pedro (Mt 16,13-19)

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Hoy, fiesta de la Cátedra del Apóstol san Pedro, la liturgia nos invita a traer a nuestra cabeza, a nuestro corazón y a nuestra oración al papa Francisco. Él es el sucesor de Pedro, la roca sobre la que Cristo ha querido edificar su Iglesia. Él es el fundamento perpetuo y visible de la unidad y la comunión de la Iglesia. El Papa esta sentado en la Cátedra de Pedro, y en su boca resuena con verdad y sin error la confesión de fe del Apóstol. Hoy la Iglesia nos recuerda que es católico sólo aquel que está en comunión plena con la sede de Roma y con su Obispo, el Papa, sea quien sea el que el Espíritu Santo haya elegido para esta misión. Unidos con fe y devoción al papa Francisco, hoy es un buen día para leer unas preciosas palabras de Benedicto XVI, comentando el Evangelio de hoy:

«“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). ¿Qué es lo que dice propiamente el Señor a Pedro con estas palabras? ¿Qué promesa le hace con ellas y qué tarea le encomienda? Y ¿qué nos dice a nosotros, al Obispo de Roma, que ocupa la cátedra de Pedro, y a la Iglesia de hoy? En el evangelio de san Mateo, que acabamos de escuchar, Pedro confiesa su fe en Jesús, reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios. Por ello el Señor le encarga su tarea particular mediante tres imágenes: la de la roca, que se convierte en cimiento o piedra angular, la de las llaves y la de atar y desatar.

»La promesa tiene lugar junto a las fuentes del Jordán, en la frontera de Judea, en el confín con el mundo pagano. El momento de la promesa marca un viraje decisivo en el camino de Jesús: ahora el Señor se encamina hacia Jerusalén y, por primera vez, dice a los discípulos que este camino hacia la ciudad santa es el camino que lleva a la cruz:  “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día” (Mt 16, 21). Ambas cosas van juntas y determinan el lugar interior del Primado, más aún, de la Iglesia en general:  el Señor está continuamente en camino hacia la cruz, hacia la humillación del siervo de Dios que sufre y muere, pero al mismo tiempo siempre está también en  camino  hacia  la amplitud del mundo, en la que él  nos precede como Resucitado, para que en el mundo resplandezca la luz de su palabra y la presencia de su amor; está en camino para que mediante él, Cristo crucificado y resucitado, llegue al mundo Dios mismo.

»Para la Iglesia el Viernes santo y la Pascua están siempre unidos; la Iglesia es siempre el grano de mostaza y el árbol en cuyas ramas anidan las aves del cielo. La Iglesia, y en ella Cristo, sufre también hoy. En ella Cristo sigue siendo escarnecido y golpeado siempre de nuevo; siempre de nuevo se sigue intentando arrojarlo fuera del mundo. Siempre de nuevo la pequeña barca de la Iglesia es sacudida por el viento de las ideologías, que con sus aguas penetran en ella y parecen condenarla a hundirse. Sin embargo, precisamente en la Iglesia que sufre Cristo sale victorioso. A pesar de todo, la fe en él se fortalece siempre de nuevo. También hoy el Señor manda a las aguas y actúa como Señor de los elementos. Permanece en su barca, en la navecilla de la Iglesia. De igual modo, también en el ministerio de Pedro se manifiesta, por una parte, la debilidad propia del hombre, pero a la vez también la fuerza de Dios:  el Señor manifiesta su fuerza precisamente en la debilidad de los hombres, demostrando que él es quien construye su Iglesia mediante hombres débiles.»