El relato evangélico que ilumina el primer domingo del tiempo cuaresmal es el de las Tentaciones de Jesús, este año las leemos en la versión de Mateo, examinando las tres en conjunto, sin detenerme en ellas en particular tienen en común que caer en ellas supondría tomar la opción más sencilla, la opción más cómoda, que te entra hambre pues transforma las piedras en panes, que quieres tener éxito deja de lado tus principios y adora al primer diosecillo que aparezca por ahí, que conoces al Señor, demuéstralo. ¿No son acaso estas propuestas del tentador, muy similares a las que hoy podemos tener todos y cada uno de nosotros? Que quieres dinero pues intenta engañar a Hacienda o pagar sin impuestos, o explotar a tus trabajadores…. que quieres fama, miente sin escrúpulos y muéstrate como no eres, se quien los otros quieren que seas… que quieres poder, pisa a quien te obstaculice… que los principios morales de la religión son exigentes, pues mételos en el rincón de los recuerdos…

Todas esas opciones, todas esas disyuntivas nos llevan a opciones que nos hacen menos auténticos, menos nosotros mismos, me atrevería a decir mediocres, porque las tentaciones son los atajos que tomamos para conseguir las cosas que nuestro ser anhela casi con desesperación, pero ese atajo nos deja a la intemperie. Creo que se entiende muy bien si conectamos esta experiencia con la experiencia del pecado original que la liturgia nos propone como primera lectura.

Todo empieza con una mentira, Dios nos limita, si nos fijamos la serpiente pregunta a Eva, porqué Dios no les deja comer de ninguno de los árboles del jardín, falsedad que ya despista a la mujer, ¿no se presenta siempre así el pecado mediante un juicio que es falso?, ¿no es la imagen de Dios como censor la que tanto daño hace,la que impide a muchos reconocer al Padre misericordioso detrás de los biombos de las leyes? Y luego un camino fácil, ser como Dios, la mujer no piensa si ella puede hacer lo que Dios hace, es más, la mujer piensa mal de Dios, el que me oculta cosas, el que me impide ser en plenitud (ser Dios)… ella desafía la prohibición, su corazón se vuelve soberbio y se enfrenta con Dios… sin aceptarse hace opción por el camino más sencillo, por la vía de la mediocridad.

Pero el pecado nos deja a todos igual, muertos de vergüenza por nuestra desnudez, porque la plenitud que ofrece el pecado no es más que mentira. Ayúdanos Señor a elegir la puerta estrecha que lleva a la salvación.