Hay días en las parroquias que parece que se ponen de acuerdo para venir a pedir. No para pedir dinero (que a veces también), sino para pedir consejo, oraciones, orientación y apoyo. Ayer fue un día de esos, según acababas de hablar con una persona aparecía otra: “¿Tendría un momentito?”…, y momentito tras momentito se pasa el día. Te gustaría tener un rato para ti, pero al final los sacerdotes hemos entregado la vida de forma similar a la que los padres la han dado por sus hijos, no hay días libres ni ratos para uno si te piden ayuda.

“Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!” A veces se ha confundido la labor de un sacerdote, o de un cristiano que ayuda, con la labor de un psicólogo. Como si lo nuestro fuera dar consejos siguiendo alguna técnica o alguna escuela psicológica concreta para tranquilizar las conciencias. Eso sería agotador y ciertamente no estaríamos preparados, a los profesionales hay que dejarles su campo. Nosotros no damos nuestras ideas o nuestras teorías. Cada situación, a cada persona, la vemos desde la luz de la Palabra de Dios y damos lo que antes hemos recibido gratis. Y muchas veces no nos queda más que rezar juntos y pedir luces al Espíritu Santo para poder ayudar efectivamente. Y como lo hemos recibido gratis hemos de darlo gratis, también nuestro tiempo y hasta nuestra propia vida.

Por ello nos hace falta oración. A los padres para aconsejar a sus hijos, a los sacerdotes para orientar a los fieles, a los que mandan para dirigir y a los que obedecemos para  hacerlo con prontitud y eficacia. Y tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros, que en el fondo es como Dios nos trata, con esa paciencia, ternura y magnanimidad que derrocha el Espíritu Santo.

Mirando a María aprendo a tratar a los demás. A no sólo tener paciencia, sino amar a aquellos que vienen buscando, para que encuentren a Cristo.