Ya sé que estos comentarios del Evangelio llegan al mundo entero, pero he de reconocer en estas líneas que los españoles somos la pera a la hora de afrontar los temas delicados. Me refiero en este caso a la pandemia que padecemos. Somos lentos en reaccionar, pero cuando nos ponemos, nos ponemos, como decimos por aquí, y jamás perdemos el sentido del humor. Nadie en nuestro país se va a la cama estos días sin haber leído un par de chistes verdaderamente ocurrentes con relación a lo que pasa, subrayando lo ridículo o lo chispeante, poniendo fisuras en el drama. Qué bueno esto de «poner fisuras en el drama». Tiene un evidente trasfondo cristiano, ya que el hombre de fe no hace una lectura profundamente dramática de la existencia. En medicina se llama medicina de catástrofes la que sigue una serie de protocolos cuando hay un verdadero problema de salud pública. Y es imprescindible que así sea para que los ciudadanos sigan un patrón común de conducta. Pero la vida no tiene una esencia catastrófica, en ella prosiguen el amor y el humor, y todo eso que Dios puso en medio para que el hombre reconociera que vivir significa vivir para siempre. ¿Por qué vemos los sucesos con el tamiz del humor?, porque lo que sucede no es todo lo que acontece, así de filosófico. Y eso es fácil de resumir en cualquier chiste, que pone patas arriba la capacidad paralizante del miedo.

Me hace gracia que un familiar, confinado como el que más, me haya dicho recientemente que no tiene tiempo para hacer todo lo que querría. Y ojo, que son 24 horas sin moverse, aún así no le sobra ni un minuto. Estamos tan habituados a que el tiempo escasee, que hemos sobrealimentado la ansiedad por encontrar huecos para respirar. A quien se le notaba con tiempo, como dueño que era del mismo, era al Señor. Hoy lo vemos hablando con un paralítico en quien apenas reparaba nadie. Él mismo lo cuenta: “no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado”. Y el Señor se queda con él, como si tuviera poder para detener el tiempo, y le dice que si puede hacer algo. Así empieza toda relación con Dios.

Muchos de los que leéis este texto estaréis agobiados porque después de este confinamiento debido a la pandemia, no sabéis qué va a pasar con vuestra vida. Quizá estabais empezando a trabajar en un local que tendrá que cerrar o estáis para terminar una carrera que inesperadamente se prolongará mas de lo que imaginabais. Es el momento de responder a la pregunta del Señor, ¿quieres quedar sano de tu inquietud, quieres poner toda tu confianza en mí? Porque la otra opción es quedarnos como el tipo de la camilla, echados en el suelo y poniendo a hervir la cabeza. Es la hora de fiarte de quien se ha tomado todo el tiempo del mundo en ti.