“En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.” Pensar y sentir igual no significa estar fabricados en serie. Cada uno es muy distinto (solo tenemos que mirar a los apóstoles).

En la Iglesia algunos quieren tender a la uniformidad sin darse cuenta de la riqueza que Dios pone en cada uno. Así, muchos están pendientes de las formas exteriores, y se olvidan del interior … Sentir y pensar lo mismo no significa que tengamos que ser todos iguales en las formas.

“Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado”. Otros, quieren cambiar la Iglesia sin renovarse ellos mismos, ya que se han erigido en nuevos mesías y salvadores. Se parecen a los que desprecian a los demás, mirándolos sin cariño … sólo miran desde su autosuficiencia.

«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Quien “nace de nuevo” (al Espíritu Santo), mira la maravilla de la Iglesia, tan variada, pero con la misma gana de anunciar a Cristo resucitado a todos los hombres y mujeres, en todos los lugares y en cualquier tiempo.

La Virgen María, madre de todos, nos mira con el cariño de Dios: todos distintos, pero todos queridos por Dios nuestro Padre.