La Pandemia ha conducido a que muchas personas, de manera temporal o quizás a más largo plazo, se hayan quedado sin trabajo. Hoy acudimos a la poderosa intercesión del Padre de Jesús, a quien Pío XII, instituyó como patrón de los trabajadores, pidiendo por todos ellos. También para que mejore la situación, tanto sanitaria como económica, y para que los gobernantes y dirigentes encuentren luz para conducir, de la mejor manera posible, la salida de la crisis generada. Y también recordamos y pedimos por todos los que han seguido trabajando, algunos exponiéndose al contagio. Y por los que trabajan de otra manera estando pendientes de las necesidades del prójimo.

En el Evangelio de la Misa continuamos leyendo el “Discurso del Pan de vida”. Muchos se escandalizan de las palabras de Jesús, cuando señala que hay que comer su carne y beber su sangre. Pero Él no se retracta ni matiza la enseñanza. Por el contrario la reafirma insistiendo en el realismo de la afirmación: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Y vincula su recepción a la vida eterna.

Señor, ayúdanos a adentrarnos en el misterio de la Eucaristía; a penetrar en el misterio de la comunión.

Hay muchas urgencias en el mundo. Pero sabemos que con tu ayuda podremos responder con amor. Que no olvidemos el gran don de tu cuerpo y de tu sangre. Mientras no podamos recibirte sacramentalmente mantén el deseo de nuestro corazón para que, mediante la comunión espiritual, no dejemos de acudir a ti.

En este inicio del mes de Mayo acudimos también a ti María. Tú que alimentaste a Jesús infante, al igual que José proveyó de vuestro sustento, llévanos a Jesús para que también sepamos ayudarle en los que nos necesitan.