El cuarto domingo de Pascua se lee un fragmento del capítulo 10 de san Juan en el que se nos presenta a Jesús como el Buen Pastor. En el fragmento de hoy Jesús se presenta como el Pastor que da alimento a sus ovejas: “quién entre por mí se salvará y podrá entrar y salir y encontrará pastos”, porque Jesús no ha venido a aprovecharse del rebaño sino “para que tengan vida y la tengan abundante”.

Estas palabras del evangelio cambian nos ayudan a no identificar de una manera lineal a Jesús con cualquier otro pastor. Sabemos que quien posee un rebaño también se aprovecha de él (obtiene alimento, puede aprovechar su leche o su carne o también utilizar la lana). En las palabras del Señor, sin embargo, la figura del pastor se contempla desde otra dirección: él está para el bien del rebaño.

Igualmente llama la atención otro detalle. Frente al servilismo con el que habitualmente consideramos las ovejas (un animal dócil que no sabe sino seguir a su pastor y a veces sometido a la vigilancia de los perros), en este evangelio aparece otro tipo de relación con Cristo. Las ovejas escuchan su voz y le siguen y, al mismo tiempo, mantienen la libertad para entrar y salir.

De la misma manera se intuye un tipo de relación especial con el pastor, que es a su vez puerta. El camino hacia los pastos es el mismo Jesús. Yo veo aquí que la salvación que Jesús nos ofrece conlleva un adentrarse en el amor de su corazón. Hay que pasar por Cristo, que en otro momento nos dice que el también es “camino”.

Hoy la Iglesia reza por las vocaciones y nosotros nos unimos a esa intención, con un especial recordatorio por las vocaciones nativas (para que en todos los territorios donde la Iglesia está presente no falten jóvenes que, quizás siguiendo distintos carismas, se apresten a servir al Señor).

Como sacerdote me hoy me fijo especialmente en estas palabras: “Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos”. Me interpelan en el sentido de que siempre hay que ir a la gente pasando por Cristo. Ver a todos en el misterio de su Amor y, para ello, dejarse antes cautivar por Él.

Que la Virgen María interceda por todos nosotros. Recordemos especialmente a los pastores que en estos momentos de dificultad han buscado la manera de seguir sirviendo a los fieles tanto en sus necesidades espirituales como ayudándoles en las situaciones de sufrimiento y necesidad.