Hoy celebramos la fiesta de S. Matías, cuando se celebra la conmemoración de un santo, me gusta echar un vistazo a lo que sé de él, porque la vida de los santos es uno de los métodos más sencillos para entender y comprender el evangelio hecho verdad, acción, realidad… un poco la vida de los santos es la respuesta al refranero, aquel «no es lo mismo predicar que dar trigo», pues los santos en su predicación hacen las dos cosas. Hoy como os decía volvemos la mirada a San Matías, prácticamente no sabes nada de él, cuatro detalles, bueno tal vez lo que conocemos no sean detalles sino lo fundamental de su vida. Nos cuenta el libro de los Hechos que Matias: seguía a Jesús desde el principio, era testigo de la resurrección, y fue elegido por suerte para sustituir a Judas Iscariote.

Hoy que todo lo pensamos y repensamos hasta el aburrimiento cuando escuchamos lo de echarlo a suertes nos parece broma. Nosotros profesionales de los cálculos, las previsiones y los razonamientos, nos hacemos los ofendidos o peor, nos creemos superiores que aquellos que echaban a suertes al sustituto de Judas. Pero de qué nos sirven tantos razonamientos, tantos planes, tantos proyectos en este tiempo e Pandemia, ¿no se han mostrado todos insuficientes? El confinamiento nos ha enseñado que tenemos que vivir en el hoy, que el, como diría Quevedo, el pasado ya ha pasado, y el futuro no ha llegado. No está la clave en que ahora tiremos una moneda al aire para cada decisión, sino que seamos capaces de vivir desde la Providencia y creer firmemente, aunque solamente sea hoy, que la Providencia de Dios se ocupa de mi, como si nadie más existiera en el mundo, incluso cuando las circunstancias, tozudas, parezcan demostrar lo contrario.

Pero quiero volver a Matías, se imaginan ustedes ocupar el lugar de otro, en cierta medida es imposible, porque Matías nunca será Judas, ni para lo bueno, ni para lo malo… algunos de nosotros hubiésemos rechazado la invitación, ser yo segundo plato, no, los segundos planos no son para el hombre posmoderno. Y que personaje tan feo le tocó a Judas en el reparto, ¿le tocó?, mirad con que sutileza lo dice Pedro: «ocupe el puesto que dejó Judas, para marcharse al suyo propio». Efectivamente Judas decidió explorar el sólo los abismos, construir por su propia cuenta su futuro, olvidarse del amor sincero que le profesaba Jesús, y su camino se perdió en la tinieblas. Matías sin embargo, pese a no ser de los trabajadores de la viña que el Viñador llamó al alba, estuvo dispuesto a aceptar la invitación de Dios, a desempeñar su propio destino, a realizar su propia vocación, a construir con Dios su futuro de bienaventuranza.

Matías recibió como ustedes y como yo un programa sencillo y muy concreto, el único que hay que cumplir para seguir por los caminos de Dios, y que recoge el Evangelio de este día. Una ley a la que Judas no respondió, a la que Matías fue llamado como Pablo cuando parecía no tocar, una ley que todavía hoy nos interpela. La ley del Amor. Fiarse de esa Ley es caminar en la Providencia de Dios que nos ama entrañablemente, que nos llama por nuestro nombre, que nos sabe y nos espera siempre, es escuchar el grito permanente que sale de la misma entraña de Dios-Padre y  nos dice: – Te quiero, ¿quieres?