Si estás buscando a Dios, te voy a dar una pista del tamaño del Wanda Metropolitano para saber dónde encontrarlo. No es que a Dios le guste jugar a dejarse encontrar, como si fuera una adolescente caprichoso que quiere disfrazarse de interesante, sólo que Él es Dios y yo criatura, y nos separan muchas cosas. Pero te voy a facilitar una dirección de la que jamás se muda. Dios está visible en lo humilde. No te digo nada nuevo, o quizás sí. En este punto me va a ayudar un texto de Ratzinger que escribió en 1968. El futuro Papa decía que el signo de lo humilde está presente en los grandes “lugares” de Dios. Nombra a la tierra (al planeta tierra), a Israel, Nazaret, la cruz y la Iglesia. Todos ellos son lugares pequeñísimos, y ahí está.

Párate un segundo a meditar sobre la tierra. Nuestro planeta parece una porción de materia que ha sido excluida de lo verdaderamente importante. Hay millones de galaxias y planetas, la tierra con su luna pálida parece un pequeño chiste sin gracia suspendida en una cueva negra y sin gravedad. Esa pequeñez es la razón para que haya existido más de un descreimiento de la existencia de un Dios sobrenatural. Parece que todo es fruto de un juego de dados, puro azar. Pero Dios se ha encontrado a gusto aquí…. Vamos más allá, vamos con Israel, Israel no era nada si la comparamos con las potencias de su época. No era Roma, ni Babilonia, ni los persas, asirios, egipcios, todas las grandes conquistas y prestigio de las civilizaciones de relumbrón, harían enrojecer a esa pandilla de judíos. Pobrecitos, ahí andaban, con su arca a cuestas pasando penurias en el desierto. Pero Dios quiso arrimárselos a sí…

¿Nazaret? Nazaret no era Jerusalén, ni una de las grandes ciudades que servían de comunicación con las rutas comerciales de Oriente y del Mediterráneo. Era un enclave sin tradición ni monumentos a visitar, que es lo primero que hacemos los turistas cuando nos ponemos a viajar. Pues allí, donde nadie puso el ojo, el Señor puso su presencia en el vientre de una joven… La cruz, la cruz es otro de los lugares inadvertidos de Dios, en la cruz pende la existencia de un fracasado, por eso la cruz es un lugar muy turbio, ahí están los malditos, los que robaron y mataron, los que quisieron servirse del mundo para los intereses propios. Pues ese es el punto donde el hombre puede palpar a Dios.

Y finalmente la Iglesia, cuánta gente he conocido que se ha apartado de Dios porque ha conocido a personas de Iglesia que les han resultado pretenciosas, codiciosas, egoístas, pragmáticas, justamente todo lo que no se podía esperar de ellas. Dice Ratzinger que la Iglesia siempre ha producido una imagen problemática en nuestra historia, cuando en la pompa de la corte renacentista, la Iglesia trató de suprimir el ocultamiento (de Dios) y convertirse en “la puerta del cielo” y en “la casa de Dios”, se transformó una vez más en un «eclipse de Dios”. Pero en la Iglesia habita el Señor, en el signo que marca el sacerdote en el aire cuando dices en voz alta tus pecados, en el agua sobre la que se pronuncia la formula del bautismo…

¡Y cómo no! Hoy es el Corpus. No existe imaginación humana posible para poder inventar la presencia del Creador en la materia inerte, en esa materia blanca, en esa sombra blanca. Si desde el inicio de este texto has hecho el ejercicio de entrar en los lugares pequeños de Dios, te será fácil encontrártelo hoy en la Eucaristía, para guardarlo y decirle que le regalas tu morada, igual de pequeña que la tierra, que Nazaret…