“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: Nunca se ha visto en Israel cosa igual”. En cambio, los fariseos decían: “Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios”.

Jesús no se suele detener en discutir sobre su persona. Recorre pueblos y aldeas, y busca a la gente que está extenuada y abandonada … como ovejas sin pastor.

No podemos dedicarnos, por tanto, a perder el tiempo en vanas discusiones, mientras tanta gente se aleja de Dios … y no llegan a conocerlo. Pero, en ocasiones, se nos anima a que discutamos entre nosotros … ¿Y el Evangelio?

¡Cuántas almas sencillas han acercado tantas almas a Dios! … Personas anónimas en sus familias, religiosas en el silencio de su convento, sacerdotes en parroquias perdidas. Pero ahora, el ídolo de la “opinión pública” exige que nos pidan nuestro parecer, que seamos populares y, se nos olvide trabajar por el Evangelio. Sin embargo, el mundo necesita a Jesucristo y los dones del Espíritu Santo; ¡no podemos negárselo!

La Virgen nunca discute: se fija en las necesidades de sus hijos y nos dice: “Haced lo que Él os diga”.