Hoy celebraos la Virgen del Carmen. Es una advocación mariana de antigua tradición y gran arraigo entre nosotros. El monte Carmelo, situado en Galilea, es donde en cierta ocasión el profeta Elías defendió la fe de Israel. Parece que significa “jardín” y se aplica el término a la Virgen por cuanto ella es el “jardín elegido y cuidado por Dios”. Desde los primeros siglos del cristianismo algunos ermitaños se instalaron en las cuveas de aquella zona y parce que, a partir del siglo XII, hubo un grupo estable, que después llego constituirse como orden. Ermitaños que se retiraban a la soledad y que, si exteriormente, vivían en la austeridad seguramente encontraban descanso y sosiego en la protección maternal de María.

Al amparo de la Virgen leemos el evangelio de hoy pidiéndole que ella nos ayude a acoger las palabras de Jesús y a que también sepamos aplicarlas a nuestra vida.

Leemos que Jesús nos invita a ir hacia él. ¿a quiénes? A los que están cansados y agobiados. Hay muchos motivos para el cansancio y el agobio. La experiencia de la pandemia del Covid-19 podiblemente, a muchos, nos ha hecho conocer preocupaciones que desconocíamos y quizás nos ha generado también ansiedad. Hay muchas situaciones en las que se experimenta cansancio y preocupación: a veces por problemas pequeños, pero no podemos dejar de pensar en los que cada día han de buscar con qué alimentarse, a los que llevan largo tiempo sin trabajo, a los que sufren la enfermedad en sus propios cuerpos o en la de seres queridos, a los que se ven obligados a emigrar a causa de la guerra o la necesidad… y en todas las personas que trabajan en el mar quizás con incertidumbre y peligro. La lista puede alargarse muchísimo. Y ningún dolor ni sufrimiento humano nos puede resultar indiferente.

Pero pienso ahora también en ese cansancio y agobio profundo que nace o de la sensación de que no somos queridos o de la dificultad para perseverar en el amor a los demás. Entonces Jesús nos invita a ir hacia Él. Y nos muestra su corazón; es decir, el centro de su persona. Ese corazón en el que nos ama con amor divino y humano. No nos ofrece cualquier cosa sino que se da a sí mismo. Y nos dice que ahí es donde encontrarenos descanso para nuestra almas.

A veces se nos hace difícil descansar. No siempre es fácil ni sabemos hacerlo. Porque buscamos descansos que después nos dejan aún más agotados o vacíos. Pero Jesús nos abre su intimidad. Él es manso, y nos va a tratar con dulzura; es sencillo y no nos va a rechazar a pesar de nuestras fragilidades o pecados.

Pienso en Elías, tan celoso de Dios y tan valiente, y que también experimentó el abatimiento y el cansancio incluso hasta sentirse desesperado. Pero en Dios encontró consuelo y fortaleza.

Pidamos a la Virgen María que sepamos acogernos al ofrecimiento de su Hijo. Y recordemos a todas las personas que pasan por especiales momentos de dificultad. Que también nosotros, encontrando descanso en Jesús, sepamos acompañarles y darles ayuda y consuelo.