(En tiempos de melones cortos los sermones, esta semana seré más breve)

He conocido gente que vive su vida como si fueran poderosas, tanto en el ámbito civil como en el eclesiástico. Muestran su poder y lo usan e incluso hacen uso de violencia verbal para reafirmar su poderío. Al final viven en una continua batalla contra los demás, pues los que deberían ser hermanos se vuelven sus enemigos, no sea que le vayan a arrebatar el poder. Una pena.

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí ,la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Tendríamos que grabar esta frases en nuestra mente todos los días. Al final vendrá el Señor y pagará a cada uno según su conducta, y Dios no se deja amenazar ni comprar. Cada uno verá.

Madre del cielo, ayúdame a ser humilde, pues sólo los humildes son capaces de abrazar la cruz.