De pequeños nos han hablado muchas veces del ángel custodio. Es posible que una de las primeras oraciones que aprendiéramos se refiriera a ese ser misterioso que Dios ha puesto junto a cada uno de nosotros para que nos cuide. De niños establecimos una relación con él que, quizás, con el tiempo, se ha ido enfriando. Es posible que hasta nos hayamos vuelto escépticos al respecto. En cierta ocasión un señor, al que hasta entonces no conocía, me llevó en coche a un pueblo a donde yo debía celebrar una misa. Podría pensar que aquel hombre se comportó como un ángel para mí. Sin embargo no lo refiero por ello sino por algo que me dijo. Refiriéndose a la dignidad ministerial señaló: “el ángel de la guarda de los sacerdotes va a su izquierda”. Para entender el comentario de aquel hombre de fe habría que saber algo de las normas de urbanidaden las que se había educado. Pero tampoco señalo la anécdota por ello. Lo que quiero es subrayar la fe de ese hombre, ya de edad avanzada, en la existencia de los ángeles.

Todos tenemos un ángel especialmente puesto por Dios para que cuide de nosotros. Forma parte de su providencia amorosa. A ello hacen referencia las palabras que escuchamos en la primera lectura: “Voy a enviarte un ángel por delante para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado”.Esa es la misión de los ángeles, y así lo aprendimos en el Catecismo, conducirnos hacia el cielo.

Estamos acostumbrados a pedirle a nuestro ángel custodio que no nos abandone y que cuide de nosotros. De alguna manera él nos aconseja y nos ayuda a no apartarnos de Dios. En un cuento, creo que de Borges, aparece un personaje que camina un día por una calle peligrosa. En su interior oye una voz, como una cantinela que le va repitiendo: “no hagas trabajar a tu ángel de la guarda más de la cuenta”.

Tomar conciencia de ese delicado que Dios tiene con cada uno de nosotros, y que se manifiesta en ese espíritu angelical que ha puesto a nuestro lado, nos ayuda ano sentirnos solos y a caminar con mayor seguridad. Hagamos el propósito de invocarlo con frecuencia y estemos atentos a las indicaciones que pueda hacernos. Probablemente si reforzamos nuestra fe en él nos sorprenderemos reconociéndolo en muchos episodios de nuestra vida. ¡De cuántos peligros, a buen seguro, nos ha librado a todos y cuántas buenas acciones habrán sucedido en el mundo por su delicada insinuación!

El recuerdo de los ángeles nos hace pensar en el mundo maravilloso que Dios ha creado y en el admirable orden con que lo ha dispuesto todo. Orden qe incluye el servicio de los unos para los otros. De ahí que también la fiesta de los ángeles custodios, nos llame a aprender a cuidar los unos de los otros. Que ellos nos muevan a ese espíritu de servicio y nos ayuden a mantenernos unidos al Señor.