Lunes 5-10-2020, Témporas de acción de gracias y petición (Lc 18,35-43)

«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». Hoy, 5 de octubre, la Iglesia celebra en su liturgia un día muy particular: las llamadas “Témporas de acción de gracias y de petición”. Esta conmemoración, originariamente vinculada a la recolección de las cosechas, tiene lugar ahora una vez terminadas las vacaciones y al reemprender la actividad habitual. En esta ocasión, los cristianos nos reunimos para dar públicamente gracias a Dios, de quien procede todo bien, por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres. Además, la Iglesia entera ruega al Creador con súplicas y oraciones en favor de las necesidades de todos los hombres. Hoy es un día para unirnos a esta acción de gracias y petición, asociando nuestros corazones a los de toda la Iglesia. Seguro que comienzas este curso lleno de grandes propósitos, deseos, ilusiones, proyectos… pues ponlos en las manos de Dios Padre. Así cumpliremos el sabio consejo que el gran san Benito transmitió a sus monjes en su Regla: “Cuando emprendas alguna obra buena, lo primero que has de hacer es pedir constantemente a Dios que sea él quien la lleve a término”.

«Porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y al que llama se le abre». Jesús, en este fragmento del Evangelio, nos enseña a pedir. Es más, nos invita a hacerlo constantemente, pues sólo quien pide recibe. Sólo el que pide con humildad se reconoce pobre y necesitado. Sólo el que pide con perseverancia muestra que lo necesita de verdad. Sólo el que pide con confianza es merecedor de recibirlo gratis. Hoy es un día para pedir: por tu trabajo, por tu familia, por tus amigos, por tus proyectos, por tus ilusiones, por la Iglesia, por tu apostolado… ¡Nunca nos cansemos de pedir! Dios es el origen de todo lo bueno, y está deseando derramar su bondad a manos llenas sobre todos sus hijos. ¡Pidamos, como los niños pequeños que no dejan de insistir hasta que se salen con la suya! El mundo necesita de hombres y mujeres que no se cansen, ni de día ni de noche, de implorar la misericordia de Dios. El mundo necesita de los cristianos que dejen a Dios entrar. Y no podemos desertar de esta misión.

«¡Cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!». Comenzamos el curso, reemprendemos las tareas habituales, y la Iglesia nos invita a elevar nuestros ojos a Dios. Y no sólo para pedir, sino también para dar gracias. Dios es un Padre, un Padre bueno, que nos ama más que todos los padres y las madres del mundo juntos. Si los padres de esta tierra, tantas veces limitados e imperfectos, sólo saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿no será bueno todo lo que nos da nuestro Padre Dios a nosotros, sus hijos? Deja que tu corazón se expanda en una interminable acción de gracias… ¿Tienes algo que no hayas recibido? ¿Hay alguna cosa en tu vida que no sea un regalo? ¿No te lo ha dado todo Dios? Pidamos a nuestro Padre que con cada latir del corazón salga de nuestra alma un “¡gracias!” que, como flecha incendiada, alcance el cielo.