Comentario Pastoral

INVITAR A COMER ES GESTO SIGNIFICATIVO E IMPORTANTE

Todas las culturas religiosas han dado a la comida un sentido comunitario entre los hombres, o de los hombres con la divinidad. En la Biblia el banquete es un gesto de capital importancia. La comida humana significa fiesta, hospitalidad, amistad, paz sagrada. Es signo de reconocimiento, de alegría por el retorno (parábola del hijo pródigo). Los sabios dan reglas de conducta para las comidas. En el banquete cobra especial relieve el rito previo purifícativo, la palabra, la música, la acción de gracias.

El banquete alcanza su mayor expresividad cuando viene Cristo. Se le invita a la mesa de Lázaro,a las bodas de Caná, a casa de Sim6n, come con publicanos, aprueba la hospitalidad, recomienda el último puesto en el banquete y da de comer a la multitud. Al resucitar se hace reconocer con un banquete, la comunidad cristiana revive al resucitado en la fracción del pan, en la alegría y comunión fraterna.

Interesa por tanto comprender y profundizar el significado de la parábola de los convidados a la boda del hijo del rey, que se lee en la Misa de este domingo vigésimo octavo del tiempo ordinario. Destacan dos temas: el rechazo de la invitación y el traje de fiesta.

El rechazo de la invitación que Dios hace, bajo la imagen de rey generoso, es muestra de desprecio, de autosuficiencia y de violencia; es uno de los grandes misterios de la libertad humana. Irse a las tierras propias es preferir las posesiones de aquí abajo. Refugiarse en los negocios indica la absorción total por el trabajo como bien absoluto que proporciona comodidad. Los que no agregan un barrunto de excusa y maltratan injustificadamente a los mensajeros, son quienes radicalmente rechazan cualquier oferta de gracia y de salvación.

Los primeros indignos invitados son sustituidos por los comensales encontrados en los cruces de los caminos de la vida. Uno no estaba vestido con el traje de fiesta. (Según una costumbre antigua los criados cubrían al convidado con una túnica blanca). Si el invitado del último minuto ignora quién es el que convida; si no sabe que para sentarse a la mesa del rey ha de lavarse y cubrirse con el vestido limpio de los festines nupciales, que le es ofrecido gratuitamente, entonces es arrojado a las tinieblas, porque está sucio. Las tinieblas exteriores son lo opuesto a la luz interior, que permite ver la salvación, la alegría y la paz.


Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Isaías 25, 6-10a Sal 22, 1-6
San Pablo a los Filipenses 4, 12-14. 19 20 San Mateo 22, 1-14

 

de la Palabra a la Vida

Un verbo marca sin duda la liturgia de la Palabra de este domingo: «preparar». Lo encontramos en la primera lectura, en el salmo y en el evangelio. Lo que se prepara es algo que se está haciendo, que no ha llegado a su punto final aún, y en estos tres relatos su aparición no es casual. Tampoco lo es que, en todos los casos, el sujeto sea el mismo: Dios es el que prepara.

En los tres casos, lo que prepara es un gran festín, un gran banquete en el que somos invitados a participar todos. Conocidos y desconocidos, de una forma o de otra, antes o después, todos son llamados a participar en ese gran festín. ¿Cuándo sucede? ¿En qué fecha es? «Aquel día» es una referencia al final de los tiempos: en el último día, hasta los trabajadores del último momento serán convocados a participar en ese banquete. Esa misma referencia al final la encontramos en el evangelio: sin duda, sucederá al final de todo y con todos invitados a participar. Por aquella puerta de palacio, de las puertas del cielo, los invitados irán desfilando y, aquellos que deban hacerlo, entrarán al banquete.

Pero el salmo, esa respuesta de la Iglesia a lo que escucha en la primera lectura, hace a la Iglesia cantar: «preparas una mesa ante mí». Estamos hablando, entonces, de un suceso presente; la Iglesia se reconoce invitada a una fiesta que ya ha empezado. El creyente ya puede ver cómo su copa rebosa, y lo hace sobre el altar, donde el festín es festín eterno, de alimentos que duran desde que son confeccionados aquí y para siempre allí. Es la forma de Dios de hacernos ver que lo que se promete ya se entrega.

Pero para recibir lo que ya se entrega no basta con venir: la segunda parábola del evangelio, la del vestido de bodas, pone en evidencia que la invitación al banquete ha de ser bien acogida, que queda en manos del invitado aceptar la propuesta. El vestido es la conversión necesaria para poder entrar dignamente a quien lo ha dispuesto todo para nosotros. El agradecimiento a la invitación inmerecida se hace visible en cómo nos preparamos para el evento. Esto, como la invitación del salmo, es parte del presente. La participación en el banquete al que aquí somos invitados en la celebración sacramental tiene una preparación, un vestido, también sacramental, en el bautismo y la penitencia.

Así, la entrada en el banquete al final de los tiempos es ya visible: ha empezado a suceder ahora, en nuestros días, en los que elegimos una vida confiada al Señor, en los que somos llamados a la conversión y nos preparamos para entrar en la celebración sacramental. ¿Soy consciente de que he sido invitado a entrar en el banquete del cielo no por ninguna importancia mía, sino por la gracia de Dios? ¿Vivo la santa misa como entrada en ese banquete, que Dios ha preparado para mí? ¿Cómo es mi conversión, en concreto, para entrar en él, en qué se manifiesta?

Las parábolas de Jesús nos van a acompañar en estos últimos domingos del Tiempo Ordinario, y muchas de ellas hacen referencia a lo que sucederá en el final de los tiempos; sin embargo, no nos despistemos: no todo queda para entonces en una misteriosa nebulosa, más bien al contrario, en ellas se nos permite ver ya el futuro que nos espera. Sólo es necesario tomarlas en serio, no como un cuentecillo con mensaje moral, sino como una definición seria del Reino de Dios, y por lo tanto, como un mensaje que afecta directamente a nuestra vida presente.

De momento, hoy queda claro que ya se nos muestra lo que Dios ha preparado para nosotros:¿cómo lo queremos vivir?

Diego Figueroa



al ritmo de las celebraciones


Algunos apuntes de espiritualidad litúrgica

Además de la alabanza a Dios, la Iglesia expresa en la Liturgia las aspiraciones y deseos de todos los fieles; más aún: se dirige a Cristo, y por medio de él al Padre, intercediendo por la salvación de todo el mundo. No es sólo de la Iglesia esta voz, sino también de Cristo, ya que las súplicas se profieren en nombre de Cristo, es decir «por nuestro Señor Jesucristo», y así la Iglesia continúa las plegarias y súplicas que Cristo presentó al Padre durante su vida mortal, y que por lo mismo poseen singular eficacia. Por tanto, la comunidad eclesial ejerce su verdadera función de conducir las almas a Cristo no sólo con la caridad, el ejemplo y los actos de penitencia, sino también con la oración.

Esta incumbencia atañe principalmente a todos aquellos que han recibido especial mandato para celebrar la Liturgia de las Horas: los obispos y los presbíteros, que cumplen el deber de orar por su grey y por todo el pueblo de Dios, y los demás ministros sagrados y los religiosos.


(Ordenación General de la Liturgia de las Horas, 17)

 

Para la Semana

 

Lunes 12:
Nuestra Señora del Pilar. Fiesta.

1Cron 15,3-4.15-16. 16,1-2. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda
que David le había preparado.

O bien:
Hch 1,12-14. Se dedicaban a la oración junto con María, la Madre de Jesús.

Sal 26: El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.

Lc 11,27-28. Dichoso el vientre que te llevó.

Martes 13:
Gal 5,1-6. Da lo mismo estar circuncidado o no; lo único que cuenta es una fe activa en la
práctica del amor.

Sal 118. Señor, que me alcance tu favor.

Lc 11,37-41. Dad limosna, y lo tendréis limpio todo.
Miércoles 14:

Ga 5,18-25. Los que son de Cristo han crucificado su carne con sus pasiones.

Sal 1. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

Lc 11,42-46. ¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley!
Jueves 15:
Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora. Fiesta.

Eclo 15,1-6. Lo llena de inteligencia y de sabiduría.

Sal 88. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.

Mt 11,25-30. Soy manso y humilde de corazón.
Viernes 16:

Ef 1,11-14. Ya esperábamos en Cristo, y también vosotros habéis sido marcados con el Espíritu Santo.

Sal 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Lc 12,1-7. Los pelos de vuestra cabeza están contados.
Sábado 17:
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. Memoria.

Ef 1,15-23. Dio a Cristo como cabeza, sobre todo, a la Iglesia, que es su cuerpo.

Sal 8. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos.

Lc 12,8-12. El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.