Vimos tiempos extraños con todo lo del covid-19. Hay quien piensa que es castigo de Dios por los pecados de la humanidad, signo del final delos tiempos o que nos lo tenemos merecido. Es un tema complicado, al que no pienso dar ninguna respuesta pues, desde luego, no seré yo quien le quite a Dios ser Dios y hacer lo que quiera, pero tal vez el Evangelio de hoy nos ayude a entender de otra manera.

«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho que murieron sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».

Cierto es que el pecado lleva en sí mismo el castigo, pues el demonio es mentiroso y ladrón y nunca da nada sino que te quita. Pero no todo lo que ocurre en la vida es consecuencia de la ira de Dios. No creo que Dios se dedique a castigar sin ton ni son, a justos con pecadores. Jesucristo no nos muestra al Dios simplemente del castigo, sino al Dios de las oportunidades.

«Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar». Muchas veces echamos la culpa a Dios de nuestros males o los males de los seres queridos y no nos damos cuenta de las veces que Dios, una y otra vez, ha llamado a nuestras puertas ofreciéndonos la conversión del corazón y de nuestra vida…, y le hemos ignorado. Nos ofrece una y mil veces la conversión «Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo», pero nosotros no la acogemos. No pienses que la llamada a la conversión es una gran iluminación que de pronto nos sorprende. Es el susurro del Espíritu Santo, día tras día, momento tras momento, y que tantas veces callamos. Y el Señor no se cansa de llamar. Y cuando nuestra vida acabe veremos las cantidades de veces que Dios ns ha estado dando su gracia para convertirnos y la de veces que volvemos al hombre viejo, sin querer escucharle. Dios no se enfada y ya no quiere saber mas de nosotros , está a nuestro lado y cuando termina el plazo de nuestro tiempo en la tierra quiere recoger lo que ha sembrado en nosotros si lo hemos dejado crecer.

Hoy sábado le pedimos a la Virgen María que sea la última vez que dejamos pasar de largo la llamada a volvernos al Señor y decirle que sí, hoy, que mañana no sabemos si llegará.