Leyendo de primeras este pasaje del Evangelio uno piensa rápidamente: ¡Qué importante en la vida es saber ocupar el lugar que a uno le corresponde!
Es verdad, tantas veces tenemos esa doble tentación de, o bien intentar aparentar más de lo que somos o, por el contrario, desmerecemos los dones que Dios nos ha dado y no nos valoramos lo suficiente. Particularmente, creo que hacernos de menos, a veces, puede llegar a ser un rechazo negligente a la gracia y los dones que Dios nos ha dado.
Sin embargo, la parábola es clarísima al tomar parte por una de las dos opciones: mejor hacerse algo de menos que hacerse de más. O, más bien, yo diría que Jesús pone de relieve que no podemos ser presuntuosos y que, de un modo u otro, siempre nos llegará la hora en que Él nos ponga en nuestro sitio. Pongamos este Evangelio en relación a la parábola de los talentos: tanto se nos ha dado, tanto se nos exigirá. Ni más, ni menos.
La expresión ‘ponernos en nuestro sitio’ es, quizás, un poco temida, a veces, pero lo cierto es que para nosotros, los cristianos, debería ser una frase maravillosa, pues nos garantizará un orden justo derivado del Dios que es Amor. Por eso Jesús puede afirmar con rotundidad: «todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»: porque Él nos pondrá en nuestro sitio a cada uno.
En este punto se nos abre la cuestión de si tenemos la suficiente confianza en Dios. ¿Esperamos como algo bueno el hecho de que Él vaya a poner orden o no? Quizás haya algo de intranquilidad en nosotros. ¿Por qué no se la entregamos al Señor y le pedimos que nos ilumine para que ocupemos el lugar que nos corresponda sin querer nada más ni nada menos?
Hemos de tener en cuenta, siempre, que en esta vida estamos absolutamente de paso, que el puesto que ocupemos en el banquete terreno tiene una importancia secundaria. Es justo lo que olvidan los fariseos (y nosotros tantas veces). Si pensáramos más en el verdadero banquete celestial otro gallo cantaría. Quizás hayamos perdido esa tensión escatológica que tenían los primeros cristianos y por eso no pensamos demasiado en ello, pero parábolas como la de hoy deberían hacernos reflexionar: mejor ponernos en los últimos lugares en esta vida para ocupar los delanteros en la otra.
Pidamos al Señor el don de la humildad y del saber estar donde Él quiera que estemos en esta vida, con la confianza de que Jesús querrá tenernos bien delante en la futura. ¡Vale la pena!