¿Crees que exagero? Te lo aseguro, la de hoy es una de las lecturas más peligrosas del Evangelio para los ojos del creyente del siglo XXI. Y he escrito la palabra “peligrosa” con toda su carga de intención, porque es un texto muy fácil de malinterpretar. La sociedad post-industrial y de las nuevas tecnologías está acostumbrada a poner su dinero a rendir. Ahora se reitera mucho el concepto “poner el dinero a trabajar”, aderezado por una serie de tips: diversificarlo para que si ocurre un gran error, no se te escapen tus ahorros de una vez; calibrar la capacidad de riesgo y buscar una buena asesoría. Al mismo tiempo, vivimos una época de híper-producción o híper-rendimiento, no sé cómo decirlo. Me refiero, por ejemplo, a que los hijos están explotados con sobrecargas de exigencias. Se les educa a rendir como si fueran deportistas de élite. Los padres les azuzan con que los tiempos están muy mal, y que tienen que valerse de una carrera que les produzca beneficios. Producir, producir, producir, un verbo reiterativo. No vale sólo con el inglés, hay que saber chino mandarín, que es el idioma de los negocios; y ademas árabe, el idioma para comprender que está pasando en el patio de atrás de Occidente. Los hombres y mujeres estamos ubicados en nuestro siglo como si hubiéramos nacido exclusivamente para solventar la coyuntura que nos ha tocado vivir, sin necesidad de saber quiénes somos, ni qué pintan nuestros interrogantes más incómodos.

Entonces leemos el Evangelio del día y parece que el Señor nos convoca a producir, hala, como si fuera el consejero económico de nuestro capital. No se entiende muy bien esta parábola salida de la boca del crucificado, al que le bastó una sola palabra del buen ladrón para llevárselo al más allá. El buen ladrón no tuvo que esforzarse en producir gran cosa. Como tampoco lo hizo el trabajador de la última hora, que se llevó la misma remuneración que el jornalero que aguantó todo el peso del día desde primerísima hora. Tampoco le sienta bien esta parábola a quien dijo que el Reino de Dios es como una semilla que siembra el labrador y crece por sí misma, porque “Dios da el pan a sus amigos mientras duermen”. Entonces, ¿de qué va la lectura de hoy?

El Señor se refiere al amor que se recibe para que sea multiplicado. Yo he recibido el amor de Dios, y lo regalo y lo multiplico con mi vida. No hay que convertirse en una maquina de producción moral en serie, como si fuéramos miembros de una comunidad de trabajadores calvinistas. El Señor sólo nos va a pedir amor, es decir, nos va a pedir verdad y sosiego, porque sólo con la verdad y con el sosiego nace el verdadero amor, así de difícil. El amor no se produce, el amor se forja en los encuentros verdaderos. Las llagas de Cristo en la cruz son “su producción en cadena”, la verdad de un amor incondicional que llega hasta el extremo. El otro día un psiquiatra español dijo que el ser humano debe hacer en la vida lo que pueda, y todo lo que pase de ahí, es una construcción narcisista. Es una frase muy interesante. Todo lo que exceda al amor que se pueda dar, es amor propio. Para eso nos hace falta mucha oración, para entender cómo Dios nos ama.