DOMINGO 6 DICIEMBRE DE 2020: Esperar a Jesús, Justicia y paz verdaderas
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO (B)
Isaías 40,1-5.9-11; 2 Pedro 3,8-14; Marcos 1,1-8
Lectura del libro de Isaías (40,1-5.9-11):
Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.
Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.”
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sion; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: “Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”.
La justicia y la paz se besan
En este segundo domingo de Adviento, en todos los rincones del planeta donde se celebre la eucaristía dominical, se proclamará un grito de esperanza en Dios, que nos trae la paz y la justicia verdadera:
- El profeta Isaías está tan persuadido de su esperanza en la justicia de Dios que hasta la misma naturaleza se convertirá a ella levantándose los valles, y abajándose los montes y las colinas.
- El Salmo 84 canta que mientras la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. Que mientras la fidelidad brota de la tierra, la justicia mira desde el cielo. Es decir, la única y definitiva justicia sólo la podemos esperar de Dios. Como decía un pensador marxista convertido al cristianismo, sólo en la esperanza cristiana se promete una justicia completa, que alcanza a todos los que hayan sido tratados injustamente a lo largo de la historia.
- San Pedro, en su segunda carta, dice que los cristianos “esperamos un cielo nuevo, y una tierra nueva, en la que habite la justicia”.
- Y Juan Bautista, el precursor del Señor, en el Evangelio de Marcos, nos convoca a la pobreza del desierto, que es el terreno de Dios por ser el ámbito de la inseguridad humana, de la perdida de su autosuficiencia, y por tanto de la búsqueda y del clamor por la justicia.
¿Para que anhelar un cielo nuevo, y una tierra nueva?
- Sinceramente creo que, mientras no nos pongamos en la piel de las principales víctimas de las injusticias del mundo, no podremos entender estas promesas de la Sagrada Escritura, ni de que va esto de la esperanza en el Adviento.
- Sinceramente creo que la virtud teologal de la esperanza, incluso la que arañamos los que vivimos bajo una capa de protección familiar, eclesial y social, no nos arrancará del tedio y de la tibieza de nuestras vidas, mientras no la vinculemos a la esperanza de justicia de los empobrecidos. Y es que mientras nos refugiemos en la capsula de nuestras seguridades, ¿para que anhelar un cielo nuevo, y una tierra nueva?
El clamor de los empobrecidos
Este clamor resonará de modo muy distinto en unos lugares y en otros. Un día oí a monseñor Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, explicar que la Palabra de Dios (por ejemplo, el salmo 15: “Protégeme Dios, que me refugio en ti”), no resuena igual en una gran catedral iluminada y con calefacción, que en una patera llena de subsaharianos atravesando de noche el estrecho de Gibraltar, esos quince kilómetros que abren la brecha social más grande de la tierra.
- Entonces, la mayoría habrá oído este clamor como una bella expresión poética, que enmarca un anhelo que más o menos todos tenemos, el de una justicia verdadera y completa. Pero con la desazón de no llegar a entender que tiene que ver la justicia con la esperanza, cuando lo que nos enseñan en este lado acomodado del mundo, y en su engaño colectivo de las seguridades humanas, es que la justicia se exige, y la esperanza se sueña.
- Pero otros lo habrán oído de un modo bastante diferente. Pensemos en los emigrantes que huyen de la miseria o de la persecución. Pensemos en los que se quedaron sin trabajo y están fuertemente endeudados. Pensemos en los que de la noche a la mañana una enfermedad incurable se ceba en la persona más querida.
¿Cómo resonaría entonces en nosotros lo de una tierra nueva en la que habite la justicia? Pues lo entenderíamos de un modo muy distinto:
- Primero desde el desagarro de la inequidad. Sólo tocando fondo en el dolor, el oprobio, el abandono, el propio o el ajeno, podremos saber en que consiste la sed de esperanza, en la que nos jugamos la vida.
- En segundo lugar, desde la experiencia de ver una luz en medio de la oscuridad. Cuando la fe y la caridad, la propia y la de los demás, de repente se convierten en razones para la esperanza.
- Si no tenemos la ocasión de compartir con los empobrecidos sus inseguridades, nunca entenderemos que significa eso de “anhelar un cielo nuevo, y una tierra nueva”.
Gracias por comentarios de esta semana! Ciencia y experiencia en el amor de Dios !
Me ha emocionado este comentario del evangelio, y me ha dejado inquieta, como cuando leo noticias que no salen en el telediario, y no por ello dejan de ser verdaderas noticias…¡Hay tantas noticias ignoradas para llevar a la oración!
Es una reflexión que todos debemos hacer este adviento para preparar verdaderamente en nuestro corazón la venida del Niño Dios.
«Anhelar un cielo nuevo y una tierra nueva» tiene que ser posible también desde esa vida confortable y sin sobresaltos que algunos disfrutamos, pero entonces tendremos que dar razones de la esperanza y practicar la justicia y la caridad.
En un instante podemos perder la posición social, económica, profesional,…, la salud, la familia,…, y la propia vida…
Quizás la desesperanza nos viene del miedo a perder esos trocitos de cielo que creemos merecer, y no ver claro lo que solo la fé puede iluminar, y la caridad hacer posible.
ESPERANZA!! = ORAR ++ Y ACTUAR SIEMPREEE.
Desde el evangelio de hoy podemos pensar. Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto, es, en sí mismo, un acto de amor extremo a y por la verdad. Decirla en medio la nada porque la verdad en sí misma tiene el valor del todo.
Que Juan sea profeta del desierto y que predique en el desierto refiere a decir las cosas limpias de todo ruido, interés o distracción colateral. La verdad va emparejada a la nitidez, a la belleza en lo que se dice y en cómo se dice.
En la soledad del desierto, o del Adviento, debemos buscar la llama de Amor Viva, como Moisés, en el monte Horeb, vio la Zarza prendida por la llama sin consumirse, así quienes buscamos a Dios debemos prendernos en su Amor. Y llevarlo con esperanza, el mismo Amor Encendido, a nuestro prójimo, hasta remediar sus males.
Son tantas noticias pesimistas contrpadictorias. -Nada está bien , nada funciona ni siquiera dentro de la Iglesia»-,solo nos queda pedirle Clemencia a Cristo aferrarnos a El.Es la Unica Verdad y Esperanza. Si quisiera ese tocito de cielo tan anhelado SOLO LO PODRÉ ACANZAR CON TU AYUDA , SEÑ.OR
La seguridad de q en cualquier momento me encontraré delante del Señor y en SU, JUICIO me desazóna. Solo le pido CLEMENCIA EN SU INFINITA MISERICORDIA
«La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan»
No hablemos de misericordia ni de amor arrellanados en un sillón!, nuestra vida debe ser la ofrenda, estamos rodeados de gente que nos necesita, no podemos ser sordos ni paralíticos cuando hemos recibido tanto de Él .
Solo pongo mi vida en tus manos Señor. Tu me has dado la vida y puesto en donde estoy. Quiero ser humilde, abrir mi corazón que rebosa de AMÓR
Poder asistir a dos Eucaristía seguidas es un privilegio impagable. ¡Te quiero tanto Señor.!! Siempre Te Ruego ¡Quedate !! y aun sabia que estabas conmigo,cuando Te Recibí por segunda vez de mano del padre, Tu representante, en dar Tu PALABRA.
Geacias, Padre, de corazón
Hoy la Misa la Celebró el sacerdote extranjero. Inspira ternura, le cuesta aun expresarse en español pero lo hace con muchá devoción . Con este tiempo tan desapacible y los días tan cortos , la Eucaristía del medio día la puedes oír sin prisas, y pasar el resto del día , en Tu Compañía Señor