“En aquel tiempo, exclamó Jesús: – «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»” … Nuestro cansancio no es nuestro, ya lo llevó Cristo.

«¿A quién podéis compararme, que me asemeje?», dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿Quién creó aquello? El que cuenta y despliega su ejército y a cada uno lo llama por su nombre; tan grande es su poder, tan robusta su fuerza, que no falta ninguno. Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo, Israel: «Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa»?

Quizás hemos olvidado que el Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe. No se cansa, no se fatiga … Él da fuerzas al cansado. Se cansan los jóvenes y vacilan. Sin embargo, los que “luchamos” esperando al Señor alcanzaremos fuerzas renovadas, y caminaremos sin fatigarnos .

¿No nos faltará confianza en Dios? … Tal vez nos falte algo … crisis en el matrimonio, el problema de los hijos, problemas laborales, una política que nos quema, nuestros pecados que no hemos confesado, la enfermedad de un ser querido, nuestra limitación o lo mal que nos tratan … Pero…, ¿confiamos en Dios?

La Mujer que mas pudo quejarse a Dios en toda la historia podría ser la Virgen. Humanamente pasó su vida “sin entender nada”. Pero confió, descansó en Dios y ahora nos ayuda a decir: “Señor, hágase en mi según tu voluntad”.